Isabel Santamaría del Pino, 7 abril 1993
Caída en Zaragoza el 7 de abril de 1993. Isabel nació el 16 de setiembre de 1957 en el barrio de Carabanchel, un barrio obrero de Madrid de amplias tradiciones republicanas y antifascistas. Su padre, obrero de la construcción, siempre fue un anarquista activo, luchador, de los de los viejos tiempos. Su tío materno, militante del PSOE en Leganés durante la guerra, tuvo que exiliarse a Francia y jamás pudo regresar.
Su historia era, pues, la de todos los antifascistas de la posguerra, una historia de hambre, persecución y resistencia.
A finales de 1976, con sólo 19 años, se integró en el PCE(r), y siempre se caracterizó por su abnegación y su entrega. Entonces estudiaba en el Colegio Alemán de Madrid y le habían concedido una beca para seguir sus estudios en aquel país, pero lo dejó todo para iniciarse en la lucha organizada contra el fascismo.
Muy pronto, en febrero de 1977, fue detenida en Barcelona cuando repartía la propaganda del PCE(r) entre los obreros en una estación del metro. El suceso es característico del ambiente de la transición política: se produjo un tiroteo con un policía que apareció por el andén porque, afortunadamente, nuestros camaradas llevaban protección armada para defender nuestro derecho a difundir las ideas revolucionarias y pudieron repeler el ataque. El policía cayó fulminado de un balazo y durante la detención los torturadores se emplearon a fondo: en la comisaría le rompieron la columna vertebral a Isabel y le causaron una lesión irreversible en la espalda.
Estuvo presa cinco meses en la cárcel de mujeres de la Trinidad (Barcelona) y salió con una fianza de 8.000 pesetas, 48 euros. Duró poco tiempo en libertad porque en diciembre de 1977 volvió de nuevo a ser detenida en Madrid por el famoso juez Gómez Chaparro, antes verdugo del Tribunal de Orden Público, luego transferido a la Audiencia Nacional. ¿El motivo? Que se negaba obstinadamente a hablar, es decir, a delatar y a proporcionar informaciones a los represores.
Estuvo un año en la prisión de mujeres Yeserías (Madrid), de la que salió en diciembre de 1978, ya que fue absuelta en el juicio que se celebró.
Pasó a vivir en Parla, trabajando de contable en Madrid, al mismo tiempo que seguía realizando trabajo de propaganda para el PCE(r). Fue detenida en Córdoba el 22 de junio de 1979, acusada, junto a otros tres miembros del Partido (el cantaor flamenco Paco Moyano, el escultor Javier Herranz y Carmen Cayetano), de robar material de imprimir en un almacén de la calle José Ortega y Gasset de Madrid.
La represión fue espeluznante. A su abogado, Juan Manuel González Berzosa, le amenazaron y le llegaron a colocar una bomba explosiva en su coche, aparcado junto a su despcho profesional en Madrid. No obstante, fue puesta en libertad provisional con una fianza de 30.000 pesetas (180 euros).
Nunca mejor dicho lo de la libertad provisional: fue nuevamente detenida en Madrid y nuevamente torturada bestialmente en la calle en el mismo momento de la detención. Los vecinos y compañeros de trabajo se lanzaron contra la policía en la calle Leganitos para defender a esta comunista que estaba siendo apaleada en la misma vía pública.
Esta vez no hubo salida: fue condenada a ocho años de prisión por el robo de la maquinaria de imprenta de la calle Ortega y Gasset, de los que cumplió cinco en la cárcel de mujeres de Carabanchel.
Las vías pacíficas y legales no habían servido para nada, salvo para soportar un atroz calvario de persecuciones, torturas y cárcel. Cuando salió en libertad, apenas duró un par de meses en su casa. Era preferible coger la pistola y pasar a la clandestinidad inmediatamente que esperar resignadamente otra nueva detención y otra nueva paliza. Isabel no se lo pensó dos veces y se incorporó a los GRAPO.
El 7 de abril de 1993, cuando llevaban a cabo una acción de recaudación económica en un furgón blindado en Zaragoza, el explosivo que habían colocado alcanzó a tres miembros del comando, que fallecieron. Uno de ellos era Isabel. Sus camaradas fallecidos eran Valentín Benito Iñigo y Pedro Luis Cuadrado Delabat.
Toda su familia, sus dos padres y sus cuatro hermanos, han venido soportando durante treinta años todo tipo de agresiones, detenciones y presiones.
En 1978, varios de sus hermanos fueron también detenidos y encarcelados, saliendo posteriormente libres sin cargos. En el domicilio de sus padres se detectaron dos veces micrófonos y escuchas ilegales de la policía. La última vez en 1986, salió incluso el reportaje en la prensa y aunque se cogió el emisor policial y se presentó como prueba palpable, nadie fue juzgado por ello.
En 1992, Pedro, su padre, fue apaleado salvajemente por elementos nazis en el puesto de AFAPP del Rastro madrileño. Al poco fue detenida Candelas, su madre, ya cuando contaba más de sesenta y muchos años. En total su madre, siempre activa en todos los movimientos de solidaridad, fue detenida y torturada en más de diez ocasiones por la policía.
Dos años después de muerta, en 1995, la policía política registró y puso patas arriba la vivienda de un hermano de esta militante comunista caída en acción.
Pedro Luis Cuadrado Delabat, 7 abril 1993
Pedro Luis Cuadrado pertenecía a la generación de jóvenes estudiantes que se incorporaron a la Organización de Marxistas Leninistas Españoles (OMLE) durante el franquismo cuando apenas habían cumplido veinte años y estudiaba Magisterio. Era natural de la isla de San Fernando, en plena bahía de Cádiz y tuvo sus maestros revolucionarios en tres hombres fundamentales para la historia de la España rebelde: José María Sánchez Casas, el director del grupo de teatro antifranquista «Quimera» muerto de un fallo cardiaco poco después de salir de prisión; Juan Martín Luna, el obrero del barrio gaditano del Cerro del Moro, que fue muerto por la policía en Barcelona el 5 de diciembre de 1982, primer año triunfal del PSOE; y Juan Carlos Delgado de Codes, caído en el madrileño barrio de Lavapiés, el 20 de abril de 1979.
El espíritu rebelde de Pedro Luis Cuadrado afloró cuando apenas tenía dieciséis años. Alumno de bachillerato en la Universidad Laboral de Córdoba, fue expulsado del centro por formar parte de los comités de estudiantes que rechazaban la educación franquista, teniéndose que trasladar a la Universidad Laboral de Cheste (Valencia), donde siguió con sus protestas hasta acabar el PREU. Nada más acabar Magisterio, se hizo cargo de la organización del recién nacido PCE(r) en la Bahía de Cádiz.
Entre 1976 y 1977 pasó a la clandestinidad como miembro del Comité Regional del PCE(r) en Sevilla, que fue desmantelado por la policía tras los atentados que llevaron a cabo los GRAPO el 18 de Julio en los juzgados para conmemorar el levantamiento popular contra el golpe fascista de Franco de 1936. Las torturas a las que entonces sometieron al camarada Cano, nombre de guerra de Pedro Luis Cuadrado, no lograron su propósito de incriminarle directamente en la colocación de las bombas, como era el objetivo de la policía para crimininalizar al partido, confundiéndole sistemáticamente con los Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre.
Tras pasar un año en la cárcel, Cuadrado se incorporó al Comité Central, siendo detenido de nuevo en diciembre de 1979, en una de las sucesivas razzias organizadas por la policía y la Guardia Civil en ese mismo año contra el Partido Comunista de España (reconstituido) y sus organizaciones afines, Pueblo y Cultura, Organización Democrática de Estudiantes Antifascistas (ODEA), Juventudes Antifascistas y Socorro Rojo. Al régimen que había iniciado el lavado de fachada del franquismo le urgía acabar con las fuerzas revolucionarias para concluir con éxito la transición antes de que la gente se diera cuenta del engaño en el que le habían metido los dirigentes del PCE, Santiago Carrillo a la cabeza, y del PSOE. Tras superar de nuevo con éxito las torturas del sádico jefe policial González Pacheco, más conocido como Billy El Niño, Cuadrado volvió a pasar diez meses en la cárcel.
En 1980, la dirección del PCE(r) estaba casi en su totalidad en la cárcel. Solo unos cuantos habían conseguido romper el cerco policial impuesto al Partido y a los GRAPO tras la espectacular fuga protagonizada por cinco revolucionarios de la cárcel de Zamora en diciembre de 1979: Fernando Hierro, Abelardo Collazo, Juan Martín Luna, Francisco Brotons y Enrique Cerdán.
Pedro Cuadrado tuvo que hacerse cargo, junto con Isabel Llaquet y Enrique Cuadra, de la reconstrucción de lo poco que quedaba en pie. Le tocó vivir desde la clandestinidad la primera huelga de hambre de los presos políticos en Herrera de la Mancha (Ciudad Real) y la muerte de ‘Kepa’, Crespo Galende, en junio de 1981. Fueron momentos de gran tensión, donde parecía que todo se iba al garete y que la policía había conseguido su propósito de acabar con el PCE(r). En octubre de 1980 detuvieron a Isabel Llaquet y tuvo que seguir prácticamente solo al frente del partido hasta que fue detenido en Cádiz el 5 de octubre de 1981. Un policía disparó contra él en la calle Sagasta, hiriéndole en un pie. Fue su última detención.
El 26 de mayo de 1983 fue juzgado en Sevilla junto con otros siete militantes de nuestro Partido, en uno de tantos intentos de confundirnos con una organización terrorista. El juicio se había suspendido en cuatro ocasiones anteriormente. La mayor parte de los camaradas eran vecinos de El Viso del Alcor (Sevilla), por donde se realizó una intensa campaña de agitación para denunciar el juicio y que acudieran al mismo. El Ayuntamiento apoyó también a los camaradas y aprobó una resolución declarándolos ciudadanos dignos de la localidad. También hubo movilizaciones en Mairena del Alcor, Puerto Real, San Fernando y Córdoba. En el juicio se concentraron unas 150 personas gritando consignas, por lo que tuvieron que enviar a los antidisturbios y celebrar el juicio a puerta cerrada. Cuadrado y otro camarada fueron expulsados del tribunal por negarse a ser juzgados en esas condiciones. Esa misma tarde el Ayuntamiento también protestó públicamente por la forma de celebración del juicio. La victoria fue total; a Cuadrado, a quien el fiscal pedía 15 años de cárcel, sólo le cayeron cuatro meses, como a todos los demás acusados. Una vez más, los montajes de la fiscalía tratando de condenarnos por terrorismo se derrumbaron.
Durante sus cinco años de cárcel, Cuadradado tuvo una importante participación en la elaboración de varios libros, especialmente en los aspectos que sobre pedagogía aparecen en el tratado de Juan Manuel Pérez Hernández: «Problemas filosóficos de las Ciencias Modernas». Mantuvo siempre unas excelentes relaciones con sus compañeros en la cárcel y en la clandestinidad, que le recuerdan como un magnífico receptor de ideas y de confidencias personales.
Salió de la cárcel en 1986 después de cumplir los cinco años que le impusieron por asociación ilegal y casi inmediatamente volvió a la lucha contra el capitalismo en la clandestinidad.
Las características que más destacaban en Pedro Cuadrado eran su decisión, su tranquilidad y su sencillez. Era simpático y alegre, buen trabajador y rara vez se enfadaba. Si había que hacer algo peligroso le gustaba discutir los pormenores prácticos para llevarlo a cabo, pero no vacilaba. Su actividad, tras salir en libertad en 1985, fue fundamental para la reorganización de un maltrecho PCE(r), que sufría también graves problemas de división interna. Fue una de las piedras fundamentales en la reunión nacional del partido en agosto de 1986, junto al propio Arenas, Isabel Llaquet, Milagros Caballero y José Manuel Sevillano, el joven jornalero de Marchena (Sevilla) muerto en huelga de hambre en mayo de 1990, Rosario Narváez, etcétera, reunión donde se pusieron las bases para la realización del III Congreso del PCE(r). Las cenizas de Pedro Luis Cuadrado fueron arrojadas por al aire sobre las aguas del caño de Sancti Petri, en la isla de San Fernando, en la bahía de Cádiz, acompañando al dolor de decenas de los familiares y amigos que asistieron a su funeral.
El 7 de abril de 1993, cuando llevaban a cabo una acción de recaudación económica en un furgón blindado en Zaragoza, el explosivo que habían colocado alcanzó a tres miembros del comando, que fallecieron. Uno de ellos era Cuadrado. Sus camaradas fallecidos eran Valentín Benito Iñigo e Isabel Santamaría del Pino.
Valentín Benito Iñigo, 7 abril 1993
Valen nació el 14 de agosto de 1962 en Alda (La Rioja) en el seno de una familia de campesinos que tras su nacimiento emigraron a Barakaldo (Bizkaia). Como él mismo dijo, mi padre tuvo que cambiar el azadón por el martillo en la industria del acero. Su abuelo fue alcalde republicano comunista durante la guerra civil revolucionaria; tras la guera fue condendo a muerte y tuvo que permanecer más de diez años escondido para que los fascistas no le mataran.
Era un joven tremendamente despierto que creció en un ambiente muy influenciado por la lucha de la clase obrera. Desde niño oía hablar en casa sobre la situación de los trabajadores y la brutal represión fascista.
A los 14 años comenzó a estudiar en el Instituto de Enseñanza Media de Barakaldo donde comenzó a participar en las primeras luchas estudiantiles contra el fascismo, entre ellas en la formación de una de la primeras ikastolas que se crearon en Barakaldo. Siendo apenas un adolescente, la matanza de varios obreros en Gasteiz (Vitoria) en 1976 sacude todo su espíritu rebelde: se le ve en las huelgas, defendiendo las barricadas y enfrentándose con los mercernarios de la policía.
Buscó la forma de organizarse y comprometerse más firmemente con la lucha de resistencia. Conoció a la Unión de Juventudes Maoístas (sucursal de la Organización Revolucionaria de Trabajadores) pero no le convencieron porque se oponían a la lucha armada. Un par de cosas tenía muy claras: que la lucha por el comunismo es la única salida para los obreros y que eso se debía lograr, escribió, a tiro limpio junto a las luchas políticas de las masas.
Comienza a militar en la Organización Democrática de Estudiantes Antifascistas (ODEA) y a finales de 1976 ya era candidato a militar en el PCE(r). De una manera sistemática y organizada participa en la huelga general convocada por el PCE(r) el 10 de enero de 1977 para exigir la amnistía. Refuerza junto con otros militantes la ODEA en la Margen Izquierda de Bizkaia y vuelve a ser detenido en 1978, con tan sólo 16 años.
Ya formaba parte del Comité Nacional de Euskal Herria de la Organización Democrática de Estudiantes Antifascistas, dirigiendo a varios grupos de estudiantes de enseñanza media, e incluso universitarios. En enero de 1978 participó en la III Reunión General de dicha organización estudiantil, celebrada en Madrid de una manera clandestina.
Aquel mismo año, al tiempo que continuaba con la lucha estudiantil, intervino también en la formación de la Gestora Pro-Amnistía de Barakaldo, impulsada por Socorro Rojo. En setiembre de 1978, dentro de una amplia redada de la policía en Euskal Herria contra el Socorro Rojo y la Organización Democrática de Estudiantes Antifascistas, fue detenido por vez primera junto con un buen número de militantes de ambas organizaciones.
En enero de 1979, cansado de ser detenido y controlado, entra a militar en el PCE(r) y unos meses después pide su ingreso en los GRAPO. Unas semanas más tarde, el 21 de septiembre de 1979 y en el intento de ejecución de un teniente general del Ejército español es detenido tras un tiroteo con una patrulla de la policía. Con esta acción el comando, cuyos integrantes fueron todos detenidos, pretendía así recordar el aniversario del fusilamiento de cinco antifascistas el 27 de setiembre de 1975.
En sus primeros cinco meses de cárcel protagonizó cuatro huelgas de hambre por el brutal régimen de aislamiento a que eran sometidos los presos políticos.
En 1981 participó en la gran huelga de hambre contra el exterminio carcelario, que costó la vida al militante del PCE(r) Juan José Crespo Galende, vasco como él.
Estuvo recluido en las cárceles de Carabanchel, Zamora, Hospital Penitenciario y Soria. En mayo de 1989 salió de prisión en libertad condicional, pasando a la clandestinidad por el brutal acoso a que era sometido, en febrero de 1990. A mediados de 1992 pidió su ingreso en un comando de los GRAPO.
El 7 de abril de 1993, cuando llevaban a cabo una acción de recaudación económica en un furgón blindado en Zaragoza, el explosivo que habían colocado alcanzó a tres miembros del comando, que fallecieron. Uno de ellos era Valen, muerto en su mejor y más madura etapa combatiente, con apenas 31 años de edad. Sus camaradas fallecidos eran Isabel Santamaría del Pino y Pedro Luis Cuadrado Delabat.
Fue despedido en Barakaldo el día 14, tras negarse el Estado a hacer pública su identidad durante los días que duraron las pesquisas policiales. Asistieron a su homenaje más de 500 personas con continuos vivas a los GRAPO. El despliegue policial fue brutal, incluso grabando a todos los solidarios desde los nichos del propio cementerio.
Su familia también ha conocido la represión, pues su hermana se enfrentó a una petición fiscal de 6 años ¡por repartir octavillas de la AFAPP!
Juan García Rueda, 5 septiembre 1984
Juanini nació en Sevilla el 2 de febrero de 1955 en un barrio de chabolas a la espalda del barrio de Triana, entre hornos y tejares, escombros y basura, conocido por la Vega de Triana. Cada invierno el río inundaba las chabolas. A los tres años de edad murieron allí dos de los once hermanos de Juanini. Su padre trabajó como peón de albañil y más tarde como chatarrero.
Años después las familias que allí sobrevivían fueron trasladadas a otro grupo de chabolas prefabricadas en el polígono de San Pablo, conocido por la Cuarentena, por haberlas construido en 40 días. Allí se alojaron 1.200 familias en condiciones infrahumanas; al Ayuntamiento se le olvidó instalar cuartos de aseo.
En este barrio y siendo todavía un chaval de 14 años, Juanini, con otros amigos de su edad, se preocupaba por los problemas sociales. Participó en las luchas en contra del proceso de Burgos y por la amnistía, repartiendo octavillas, lanzando cócteles contra autobuses, establecimientos oficiales…
A los 16 años le detuvieron por primera vez por participar en un robo y permaneció en prisión durante cinco años y medio, de los cuales más de uno lo pasó en celdas de castigo por su continua participación en actos de protesta contra las condiciones de vida en las cárceles. Participó en la creación de la COPEL.
En 1976 en la cárcel de Sevilla conoció a militantes del PCE(r) y, por medio de éstos, su programa y su línea política, que le decidieron a su salida a colaborar con él.
A mediados de 1977 se incorporó a un comando de los GRAPO cuyos combatientes fueron detenidos, quedando Juanini sin relación alguna con dicha organización antifascista.
Debido a una tuberculosis incubada en los años de prisión, estuvo hospitalizado durante un año. A su salida del hospital prosiguió su actividad política explicando entre los obreros de su barrio la línea y actividades del PCE(r), sin olvidarse ni un momento de llevar la solidaridad a quienes seguían en prisión.
Debido a su actividad política es detenido por la policía, que le acusa de pertenecer a los GRAPO, permaneciendo cinco meses en prisión y saliendo en libertad sin cargos del juicio.
Reemprendió su actividad política, lo que hace que la policía le detenga de nuevo, acusándole falsamente de participar en un atraco; permanece durante 18 meses en prisión, saliendo otra vez absuelto tras el juicio.
Poco tiempo después, ya en 1984, se incorpora nuevamente a los GRAPO.
A lo largo del mes de agosto de aquel año se habían desencadenado diversos operativos mediante explosivos contra entidades francesas situadas en tierras gallegas, reivindicados por los GRAPO, en solidaridad con la campaña desarrollada en Euskal Herria y en otros puntos contra las extradiciones de militantes abertzales detenidos en Francia. Estas acciones puesieron a la policía tras la pista de un posible comando de dicha organización armada con base en A Coruña o Vigo.
A finales del mes de agosto varios mercenarios de la Brigada Central de Información se desplazaron a Galicia desde Madrid. Tras la ejecución de Luis Pardo García, ingeniero jefe de zona de Radio Nacional de España, los autores del mismo fueron localizados en uno de los pisos que, previsiblemente, estaba sometido a vigilancia.
El 5 de septiembre de 1984 se conmemoraba el III Aniversario del asesinato a manos de la policía barcelonesa de Enrique Cerdán Calixto. Por ello, los GRAPO efectuaron tres acciones armadas simultáneas en A Coruña, Madrid y Sevilla, contra un ingeniero de RTVE y dos empresarios, respectivamente. La operación policial subsiguiente dio como resultado la localización de un piso de seguridad en la capital gallega, ocupado por Juan García Rueda y Leoncio Calcerrada, que fueron acribillados a tiros en su interior.
Leoncio Calcerrada, convaleciente en el Hospital Penitenciario de Carabanchel de las heridas recibidas en la misma operación, relató en un documento (publicado en el número 9 de la revista Área Crítica) cómo sucedieron los hechos. Según narró Calcerrada:
Súbitamente escuchamos cómo se partía la cadena de la puerta, que se encontraba a dos metros de donde nosotros estábamos sentados. A continuación oímos numerosas detonaciones de disparos realizados desde fuera de la vivienda. Instintivamente nos tiramos al suelo; en el trayecto desde el sillón al suelo sentí un fuérte dolor en el pie izquierdo, también oí quejarse al camarada, situado junto a mí. Me arrastré y escondí medio cuerpo tras un mueble grande. Tumbados, levantamos las manos. En ese momento media docena de armas nos dispararon nuevamente desde la puerta del comedor. Noté varios impactos más en mi cuerpo. Nos ordenaron levantarnos, pero no pude, y me arrastraron, tirándome de los brazos. Juan ni se movió, permanecía quieto, de espaldas a los policías.
Las heridas por arma de fuego que tenía Calcerrada, cuatro en total, estaban localizadas en el lado izquierdo de su cuerpo (tobillo, muslo, codo y abdomen), lo que avala su versión de que fue tiroteado cuando se encontraba bajo un mueble, desarmado y en el suelo.
Mientras me alejaban de Juan oí cómo le interrogaban -continúa su narración Calcerrada-, así que aún estaba vivo. En una habitación me tumbaron y comenzaron a golpearme en las partes del cuerpo donde tenía las heridas. Me dijeron que iba a morir en ‘un enfrentamiento con la policía’ y que me dejarían desangrar. Comenzaron a disparar tiros a ambos lados de mi cabeza, junto a los oídos. Así permanecí, en medio de un gran charco de sangre, durante quince minutos, más o menos. Después me bajaron a la calle, tumbado en una camilla, entre varios GEO [Grupos Especiales de Operaciones de la Policía Nacional], que me iban golpeando contra la pared y me amenazaban con tirarme por el hueco de la escalera.
Según describe la situación Leoncio Calcerrada, las intimidaciones y agresiones policiales contra él continuaron hasta su ingreso en la Residencia Sanitaria Juan Canalejas, de A Coruña, donde fue depositado también el cuerpo sin vida de su camarada Juan García Rueda.
Desde el primer momento se tomaron estrechas medidas policiales alrededor del cadáver, para evitar que fuera examinado por alguno de sus familiares. Una vez realizada la autopsia, no se dio a conocer el informe del forense que examinó el cuerpo sin vida de Juanini. La policía intentó impedir por todos los medios que el cadáver fuera reconocido por los familiares y el féretro fue sellado. A pesar de todo, varios miembros de la familia consiguieron realizar una dramática fotografía de Juanini sin vida, donde se observa que no recibió ningún impacto de bala frontalmente: No ha podido haber ningún enfrentamiento -comentaron sus familiares-, Juan tiene todos los tiros en la espalda, uno de ellos en la nuca.
Durante el entierro, realizado en Sevilla el 8 de setiembre, a las dos de la tarde, los obreros de su barrio le rindieron un emotivo homenaje, desmintiendo la calificación de delincuente común en un acto multitudinario de manifestación política, revolucionaria, como la misma prensa hubo de reconocer.
En medio de una gran tensión, tuvieron lugar diversos incidentes. Siete vecinos del sevillano Polígono de San Pablo resultaron detenidos por instalar una mesa en el barrio para recaudar dinero, a fin de costear el traslado y posterior entierro del camarada asesinado. Los detenidos pasaron a prisión bajo el delito de apología del terrorismo.
También el coche fúnebre tuvo problemas a su llegada a Sevilla, cuando fue interceptado por la policía, que obligó al conductor del vehículo a retirar una bandera republicana situada sobre el féretro. Tras cerrar la tumba, una joven médico gaditana, Concepción Cruz, resultó detenida por intentar colocar sobre la misma una bandera tricolor. Otro joven y cuatro hermanos del camarada asesinado fueron también detenidos y trasladados a los calabozos.
Durante su estancia en el hospital coruñés, Leoncio Calcerrada estuvo sometido a una intensa presión policial, que sólo disminuyó gracias a la enérgica actitud del director del centro y del traumatólogo que atendió al camarada.
Dos años atrás, otro camarada, Francisco Cela Seoane, se partió los dos pies al intentar escapar de la policía y fue atendido también en la Residencia Juan Canalejas.
A Carmen Fornieles, madre de Calcerrada, le prohibieron visitar a su hijo: Me dijeron que cuando llegase a la Dirección de Seguridad del Estado lo iban a matar a hostias, y me echaron dándome empujones.
Las presiones del director del centro sanitario y las intensas gestiones desarrolladas por el abogado de Calcerrada, Gerardo Martín Morales, dieron su fruto, y el herido fue trasladado directamente al Hospital Penitenciaro de Carabanchel. Mi preocupación fundamental era conseguir que no pasase por la Puerta del Sol, para evitar que le torturasen; esta inquietud era compartida por varios médicos del hospital coruñés, especialmente por su director, lo que demuestra que existe una gran sensibilidad en amplios sectores de la población contra la práctica, salvaje y habitual, de la tortura. Ahora estamos pendientes de recibir la autopsia para tener conocimiento oficial de lo que los familiares de Juan García Rueda vieron con sus propios ojos, dijo el abogado Martín Morales.
Más tarde su hermana Ana también se incorporó a la lucha y estuvo 19 años encarcelada.
Juan Martín Luna, 5 diciembre 1982
El día 5 de diciembre de 1982, domingo, a las 9 de la mañana, perros asesinos a las órdenes del recién estrenado gobierno del PSOE, disparaban a sangre fría en plena calle barcelonesa, a Juan Martín Luna, miembro del Comité Central del PCE(r).
Juan había nacido el 5 de marzo de 1953 en el humilde barrio gaditano del Cerro del Moro, una aglomeración de míseras viviendas construídas con materiales deficientes cuyo aspecto era el de algo sin terminar, dejado a medias: calles sin pavimentar, patios de vecindad, barrizales en invierno y polvorientos en verano, material arrojadizo que el viento de levante gaditano utiliza de proyectil contra los habitantes del barrio.
De baja estatura, pelo crespo y abundante, cejas pobladas y muy negras, con unos labios perfilados, carnosos, una boca llena de generosidad y, para terminar el retrato, unas fuertes mandíbulas ennegrecidas por el vello, unas manos de dedos gruesos, callosas, manos de obrero, con un contraste muy singular: la dulzura de la mirada y la firmeza y tozudez de su mentón.
De familia pobre y muy numerosa, siendo casi un niño tiene que abandonar la escuela y ponerse a trabajar de albañil con su padre, para poder ayudar con su escaso sueldo a la mísera economía familiar. De su estancia en la escuela en los primeros años de su niñez, le quedaron grabadas en su mente las bestiales palizas que el maestro le daba por negarse a cantar el himno falangista en voz alta.
Era un joven lleno de vitalidad y rebeldía. Había aprendido desde niño lo que cuesta ganarse el pan. Conocía la explotación en su propia carne y sabía de penas y fatigas, comunes a su clase. Sin haber pisado la escuela prácticamente, las pésimas condiciones de vida que padece su familia hacen que tenga que ponerse a trabajar. Inició su temprana escuela de obrero en el ramo de la construcción, de ayudante de ensolador. El instinto de supervivencia le hizo aprender rápido el oficio, que era de los más duros y sobreexplotado del ramo de la construcción.
Así aprendió desde niño lo que cuesta ganarse el pan. Conoció la explotación en su propia carne y supo de las penas y fatigas de su clase.
A los 15 años alternaba su trabajo de ayudante de albañil con un cursillo de formación profesional acelerada, destacándose entre sus compañeros de estudio por su gran capacidad de razonamiento y por su seriedad ante el trabajo.
Siendo aún muchacho se manifiestan en él las grandes dotes de luchador que poseía, que nacían de la profundidad con que sentía la explotación de su clase y del odio a los opresores. Se convirtió en el motor, animador y organizador de una huelga general que tuvo lugar en Cádiz en 1972. La huelga arrancó en la obra en que trabajaba Martín Luna, de las Mil Viviendas, extendiéndose al resto de sector de la construcción y más tarde a toda la población. Con esta huelga los obreros alcanzaron una importante victoria.
En 1971, cuando sólo contaba con los 17 años de edad, toma contacto con el grupo de teatro Quimera. Lo que motivó a Juan para acudir al grupo de teatro fue la fama que éste arrastraba de subversivo, el dicho ya extendido de que en lugar de hacer teatro daba mítines. Y precisamente, en la primera obra que Juan va a actuar, era lo que él iba buscando, porque en ella se atacaba al dictador Franco y se aplaudía la rebeldía del pueblo.
Esa fue su primera y última representación, pues en el grupo de teatro conoce a José María Sánchez Casas y Juan Carlos Delgado de Codes y, a través de ellos, entra a formar parte de la OMLE. Desde este momento Martín Luna abrazó los ideales revolucionarios entregándose a una lucha abnegada por la causa de la emancipación de los trabajadores de la explotación capitalista y por la conquista de la libertad pisoteada por 40 años de fascismo.
Solía comentar los sucesos diarios, la represión que pesaba sobre los obreros, y se le hinchaban las venas de la garganta y sus ojos aniñados y un poco melancólicos, se tornaban duros y anegados en ira contra los fascistas y los patronos.
La entrada de Juan en la Organización de Marxistas-Leninistas revela su carácter, la confianza que era capaz de transmitir, la honradez y firmeza que cantaba su mirada y su talante. La OMLE había nacido en torno al grupo de teatro y aún se encontraba enquistada en él. Por un lado había sido algo bueno pues el grupo había servido de imán y de escudo. Sus actuaciones eran auténticos trabajos de propaganda revolucionaria. Pero había llegado el momento de separar la Organización política del quemado y archiconocido, por la policía, grupo teatral.
En aquella época se necesitaba un agujero para resguardar una máquina multicopista. En torno a la Organización había hombres maduros que también trabajaban en la construcción, era gente segura que simpatizaban con la Organización y recibían la propaganda, pero va a ser Juan el que se gane la confianza y el que se encargue de la construcción del escondrijo. A pesar de su edad y del poco tiempo que hace que se le conoce, Manolo, ese va a ser su nombre de guerra y como más adelante vamos a llamarle sus camaradas, inopinadamente atrae hacia sí la atención de los miembros de la joven Organización comunista gaditana. Juan accede a la petición pero pone sus condiciones: quiere saber cuáles son los principios por los que se rige la Organización y si realmente defiende y lucha por la causa proletaria. Esta va a ser una constante en la militancia de Luna: su estrecha vigilancia como comunista, de que cada paso que se avance, vaya encaminado a servir a la clase obrera, su clase.
Sus primeros pasos en la actividad revolucionaria consciente de esa época, se desarrollan trabajando entre los amigos de su barrio, destacándose pronto como un gran organizador. Esos primeros pasos no fueron fáciles. Contaba con su entusiasmo y total entrega que derrochaba a manos llenas, pero se encontraba en dificultades debido a la carencia de estudios de que adolece todo hijo de obrero. Pero aunque casi no sabía leer o escribir, contaba con la fuerza de su conciencia proletaria, con la riqueza de conocimientos que da el vivir directamente los problemas y conocerlos de primera mano. Él sabia que era necesario dominar pronto esos conocimientos básicos para ponerlos al servicio de la causa que defendía; toda la buena voluntad que poseía la aplicó a dominar el lenguaje escrito. Su mano zurda trazaba pliego tras pliego sin darse un minuto de descanso y frases y páginas completas del Manifiesto Comunista y de la propaganda marxista-leninista quedaban copiadas sobre el papel.
Robaba las horas al sueño para avanzar en su doble aprendizaje, y puede decirse que dejó asombrados a sus camaradas cuando, al poco tiempo de comenzar su militancia, se presentó con un montón de folios donde exponía los problemas de los obreros en el sector de la construcción y donde desentrañaba los vericuetos de la explotación, denunciaba las artimañas de contratistas y patronos y daba una serie de soluciones para comenzar la lucha política y organizativa. Tanto gustó el artículo que fue publicado en un número extra de El Gallo Rojo, órgano de la Sección gaditana, y tuvo mucha aceptación, principalmente entre los obreros de la construcción, a los que Juan personalmente fue repartiendo.
Un dirigente obrero
Siempre destacó por la facilidad para dirigirse a sus compañeros de trabajo y hacer comprensibles, traduciéndolas al lenguaje popular, las directrices y los análisis más complicados. Sabía tocar el nervio justo para hacer hervir de entusiasmo a los que le escuchaban y hacerles ver con claridad las trampas de los sindicaleros y revisionistas.
En Cádiz, durante la huelga de las Mil Viviendas, comenzó él sólo la lucha al observar los problemas que se venían planteando y la actitud traidora de los enlaces sindicales y los carrillistas que pretendían, como siempre, apagar el fuego que comenzaba a arder.
Elaboró panfletos con una imprentilla de mano; no fueron más de 200 pero logró reunir a algunos compañeros a los que se había ganado y comenzaron a repartirlas llamando a la huelga. Y lo consiguió. Era de ver a aquel chaval de 17 años dirigiendo la palabra a hombres hechos y derechos sobre los que pesaban años de lucha y represión, y era admirable cómo se los iba metiendo en el bolsillo y les abría los ojos. Les soltaba verdades cómo puños con la crudeza necesaria para romper los lazos de terror que la represión fascista había ido creando durante años y años. En aquella huelga Juan derrochó energía y confianza. Dio mítines, leyó en asambleas la propaganda comunista, fue paso a paso ganándose la confianza y admiración de sus compañeros de tajo.
Fue la primera victoria de la OMLE en Cádiz y fue el bautismo de fuego en la lucha revolucionaria de Juan Martín Luna.
En Catalunya
Su entrega total y su generosidad le lleva a ser el primer hombre que se ofrece en la Organización de Cádiz para pasar a reforzar otros puntos donde la OMLE tenía necesidad de acrecentar su presencia. Martín Luna se une a su compañera y marcha a Catalunya, a Barcelona, escapando de una redada policial, para desarrollar en esta ciudad la actividad revolucionaria.
Su marcha a Barcelona en 1973 tuvo que suponerle un gran sacrificio. Era un hombre muy amante del hogar. Su familia, con la que había pasado las peores épocas y las mayores alegrías, significaba mucho para él, y tenerlos que abandonar debió desatar una dura batalla interior, de la que salió triunfante su espíritu de entrega y su generosidad.
A su llegada tomó parte en las luchas que se desencadenaron en Barcelona con motivo de los asesinatos de obreros por la guardia civil en la Térmica de San Adrián del Besós, cuando se manifestaban en defensa de reivindicaciones laborales.
Más tarde volvió a convertirse en el animador de otra importante huelga de la construcción que se inició en las obras del Hotel Hilton en 1974, a causa de la muerte de un obrero en accidente por falta de medidas de seguridad. Puede decirse que la huelga fue dirigida por él. En una asamblea se levantó acallando a los que intentaban dividir a los obreros y conducir la huelga al fracaso. Nos imaginamos a Manolo de pie, con su voz firme, su seguridad en lo que defendía, desgranando una a una con palabras sencillas, el problema que se planteaba y la alternativa a tomar. Él, que trabajaba en la obra, supo imprimir a la lucha un carácter resuelto, buscando y consiguiendo la solidaridad del resto del sector.
Su trabajo en Catalunya fue muy intenso, y consiguió extender la organización comunista a las principales fábricas. Fue él quien consolidó del primer núcleo de comunista en aquella nacionalidad.
En los Congresos del PCE(r)
En 1973 fue elegido por sus camaradas para representarles en la I Conferencia de la OMLE, que se celebró en junio de aquel año, destacando todos ellos como sus cualidades más importantes su entrega y disciplina, así como sus grandes dotes de organizador.
Un año después volvió a Andalucía para poner en pié lo que la policía había destruido con la detención de varios militantes obreros en Cádiz, Sevilla y Córdoba.
A pesar de que allí es muy conocido, en una ocasión bajó con otros camaradas para organizar en Cádiz la campaña de propaganda en torno a la celebración del I Congreso del que saldría reconstruido el Partido Comunista de España. Ya por aquella época se encontraba en la clandestinidad pues la policía le buscaba. Pero él era excesivamente puntilloso con su trabajo y quería enseñar a los camaradas con su ejemplo. Por eso no para mientes en su propia seguridad y tiene plena confianza en los vecinos de su barrio, que son obreros como él.
Pero un confidente de la policía le reconoce e intenta detenerlo con unos guardias municipales. Manolo, que se encuentra en su barrio, se siente protegido y les grita a los guardias que él es un comunista, un obrero que lucha por los de su clase, y diciendo esto, propina golpes al chivato que lo denunció. Los municipales, ante el aspecto amenazante que comienza a tomar la calle, a la que se han ido asomando los vecinos, optan por poner tierra por medio y avisan a los sociales los cuales rodean la casa de los padres de Juan e inician un registro a fondo, pero Manolo consigue, con la ayuda de los vecinos, pasar de casa en casa y burlar a los polizontes.
En 1975 asiste como delegado al Congreso Reconstitutivo del PCE(r) y es elegido miembro del Comité Central. Esta responsabilidad se la ganó a pulso, demostrando su valor para el Partido y la causa obrera.
La labor desarrollada por él en Andalucía se manifiesta claramente con los delegados andaluces que asisten a las sesiones, hombres maduros, viejos luchadores, junto a una nueva hornada de gente joven, llena de vitalidad y empuje.
En Euskal Herria
Tras la celebración del Congreso, es enviado a Euskadi, a los astilleros de Euskalduna de Bilbao para impulsar el trabajo partidista. Desde el primer momento que llega a la nacionalidad, destaca entre el resto de los camaradas por su vitalidad y agudeza para situar a cada camarada y simpatizante en el lugar en que mejor pueda desempeñar su actividad. Hacía todas las tareas, por difíciles que fueran, con un gran entusiasmo, optimismo y alegría, que contagiaba a quienes estaban a su lado. Vuelve a brillar su ímpetu como propagandista y dirigente de masas.
En las luchas que se sostuvieron en Euskal Herria contra los despidos en 1976, y que culminarán con la masacre de los obreros de Vitoria, Martín Luna, junto a sus compañeros de Euskalduna, se mantuvo en huelga durante dos meses, recibiendo personalmente el apoyo y la solidaridad de los vecinos de Barakaldo y orientando a sus compañeros de trabajo sobre el único camino posible a seguir en la lucha por arrancar las reivindicaciones a los patronos: la organización independiente, la celebración de asambleas decisorias, la comisión de delegados para negociar con la patronal y la denuncia de los sindicatos amarillos.
Durante su estancia en Euskadi, la difusión de la propaganda aumentó cuatro veces y, en el terreno organizativo, se dio un gran salto, formándose diversos comités de fábrica en Euskalduna, Naval, Altos Hornos, Lemóniz y lográndose contactos con obreros de otras importantes fábricas de la zona. Toda esta actividad estuvo, en gran medida, presidida por la actividad y la enorme capacidad de organización de este camarada.
En 1976, Martín Luna pasa a formar parte de la Comisión de Organización del Comité Central del PCE(r) y, una vez más, tras la caída de diversos militantes del Partido en Euskadi, Galicia, y Andalucía en julio de 1976, vuelve a demostrar su capacidad de trabajo reorganizando las fuerzas diezmadas por la represión en Galicia y Euskadi y poniendo en pié en poco tiempo los organismos afectados por las caídas.
A finales de aquel año Manolo tendrá un hijo en Madrid, como tantos otros militantes comunistas de aquellos años, en la clandestinidad, sirviéndose de mil artimañas para poder llevar a la compañera a una clínica, y para poder poner en orden los papeles del nacimiento, operación que se complicaba al andar todos con documentos falsos y bajo nombres supuestos.
Ingreso en los GRAPO
Allá por 1977, después de haber pasado por la Comisión de Organización y ante las caídas que la guerrilla sufre, se decide a pedir su ingreso en los GRAPO. Quiere contribuir con su aportación a cubrir las bajas producidas. Su honestidad y espíritu de entrega le pide dar un paso más, y entra a militar en la guerrilla. El 27 de septiembre de ese año, al frente de un comando de los GRAPO ajustició al capitán de la Policía Armada Herguedas, responsable de uno de los pelotones de fusilamiento de los cinco antifascistas de ETA y FRAP en setiembre de 1975.
El 10 de octubre de 1977 es detenido junto a todo el Comité Central del PCE(r) en Benidorm. Al salir de la casa, rodeada por varios cinturones de policías con metralletas, rifles, pistolas y toda la parafernalia policial, uno de ellos, al parecer un jerifalte gritaba desgañitándose mientras señalaba a Luna: ¡Cuidado con ese que es muy peligroso!
De esta detención Juan tuvo siempre un muy amargo recuerdo. La policía, en la DGS y durante los interrogatorios agarró a Octavio, su hijo de 10 meses, por los pies y le amenazó con estrellarlo contra la pared si no denunciaba a sus camaradas. Juan se clavó a las uñas en las palmas de las manos lleno de dolor y rabia y negaba con la cabeza. Su hijo lloraba, cabeza abajo, balanceándose en las manos del verdugo. Le reventaron los pies a golpes y lo llevaron a la celda a rastras entre dos grises policías.
Cuando llegaron a la cárcel de Carabanchel, tuvo que conseguirse unas babuchas tres números mayores que el suyo para que le entraran sus hinchados y amoratados pies.
Pasó algo más de dos años en prisión. Durante todo este tiempo se dedicó junto al resto de los presos políticos, a combatir la represión y las medidas antipulares del gobierno con la única arma que tenían a su alcance: la huelga de hambre para ser respetados y tratados como personas. En su caso concreto, protagonizó hasta un total de 9 huelgas de hambre, algunas de ellas de 40 días de duración. El estudio, la producción y crear las condiciones propicias para fugarse y seguir combatiendo en la calle, fueron el cuadro de su actividad durante su encierro. Estudiaba con verdadero ahínco, porque era consciente de que la liberación de los obreros ha de ser obra de ellos mismos, y esto requería prepararse en todos los terrenos.
Fuga de Zamora
Tras varios intentos descubiertos, por fin, una noche de 17 de diciembre de 1979, los esfuerzos de los guerrilleros presos se vieron coronados de éxito al conseguir cinco combatientes abrirse pasó por un túnel hacia la libertad. Abelardo Collazo, Francisco Brotons, Enrique Cerdán, Fernando Hierro y Juan Martín Luna, por este orden, consiguieron fugarse de la prisión de Zamora y asestar un terrible mazazo al fascismo.
Reintegro a la Organización
A mediados de enero toma contacto con los camaradas que están trabajando en la clandestinidad. A partir de la fuga, Juan se dedica al trabajo de organización y junto a sus otros cuatro camaradas refuerzan la dirección del PCE(r).
Desde ese mismo momento, puso en juego todas sus dotes de organizador para recomponer adecuadamente las fuerzas, En todo el periodo comprendido entre su fuga de Zamora en 1979 hasta su asesinato en 1982, un lema preside toda su actividad: Sin una buena teoría; sin una profundización en los clásicos y en nuestros propios materiales, sin conocer y sacar experiencias de otras revoluciones, nuestro trabajo no será todo lo eficaz que debe ser. Y sacando tiempo hasta de las piedras, atiende desde los pequeños detalles del trabajo cotidiano, hasta la lectura de las obras de los clásicos y de las distintas revoluciones, completando ampliamente su capacidad de análisis y, en consecuencia, desarrollando aún más ampliamente su capacidad de organización.
La importante labor desarrollada por este comunista de gran talla ha quedado reflejada en la recuperación de la guerrilla bajo su dirección y en la gran capacidad operativa alcanzada por los GRAPO en esta etapa, ligando de una manera cada vez más eficaz la lucha guerrillera a los intereses de las amplias masas populares, respondiendo una y otra vez a las medidas represivas del régimen y alentando moral y materialmente el movimiento político de resistencia a continuar su lucha decidida contra el régimen fascista.
Pero si todo esto ha tenido un valor incalculable, aún ha sido mucho más importante el haber asegurado la continuidad del trabajo clandestino, preocupándose en todo momento por inculcar su mismo espíritu de lucha y sacrificio, su optimismo, su interés por aprender cada día un poco más, a todos los camaradas que le rodeaban, desarrollando la iniciativa particular de cada uno y haciéndole consciente de su importancia en el desarrollo y la continuidad de la revolución.
Los últimos meses de su vida fueron particularmente difíciles, pero Martín Luna no era de los que se amilanaban ante las dificultades. Tenía el gran convencimiento de que solo con la lucha enconada se conquista la libertad y estaba dispuesto a perder la vida antes que renunciar a la lucha.
Oferta de paz
Tras los asesinatos de Collazo y Cerdán y la detención de Hierro y Brotons sólo él queda de los que se fugaron de Zamora. La policía le busca con saña.
El domingo 5 de diciembre de 1982, a las 10 de la mañana, la radio daba la noticia: en Barcelona el dirigente guerrillero Juan Martín Luna había caído asesinado en una celada montada por la policía del recién estrenado gobierno socialista de Felipe González. Todos sus camaradas sentimos como si nos hubieran asestado un fuerte golpe en la cabeza. Las lágrimas corrían por nuestra cara y también por los rostros curtidos de muchos obreros que conocieron a Manolo, que sintieron rabia y odio contra los asesinos y unas ganas locas de vengarle.
Hacía pocos días que los GRAPO habían vuelto a repetir su oferta de paz mediante el programa de Cinco Puntos y la contestación del gobierno socialista fueron cinco balas que dejaron sin vida a un dirigente obrero.
En el momento de su muerte, la organización armada en la que militaba (los GRAPO) había declarado una tregua en su actividad militar ante la reciente subida al poder del PSOE y para que realmente se llevara a cabo el cambio que tanto propugnaban, tregua que rompió el gobierno socialista con el asesinato de Martín Luna, poniendo de manifiesto la catadura moral de los nuevos gobernantes y señalando el camino que estos iban a emprender con su brazo armado, los GAL. Hoy todo el mundo puede ver claro en qué quedaron las promesas electorales de los mal llamados socialistas.
Hacía pocos días que los GRAPO, habían decretado un alto el fuego, volviendo a repetir su oferta de paz mediante el conocido programa de los Cinco Puntos, y la contestación del gobierno socialfascista fueron cinco balas que dejaron sin vida a un dirigente obrero, aplicando la ley de fugas tan utilizada por los franquistas durante su larga y terrorífica etapa, que hoy quieren continuar los señoritos del PSOE camuflados de socialistas.
Juan Martín Luna estaba casado y tenía un hijo entonces de seis años de edad, de quien se sentía muy orgulloso. Era un camarada tremendamente humano, irradiaba vida por los cuatro costados y tenía un optimismo natural que hacía de su confianza en el futuro, de su fe en la victoria y, sobre todo, de su confianza ilimitada en el espíritu de rebeldía de nuestros pueblos, una bandera de lucha. Era comprensivo con todos los camaradas y siempre analizaba los problemas de cada uno desde el punto de vista de aprovechar sus cualidades al máximo y de combatir sus debilidades responsabilizándole de nuevas tareas. Tenía una amplia visión política, alentando en cada instante a marchar hacia adelante.
Los verdugos que hicieron correr su sangre, los capitostes asesinos que les amparan y los plumíferos traidores, rieron entonces pensando que matándole aniquilaban la resistencia. Pero ¡que equivocados están! El espíritu de Juan Martín Luna; sus latidos de revolución y sus enseñanzas no se pueden apagar a balazos. Al contrario. Aún reavivan más la llama de la insurrección y la lucha contra la injusticia.
2.000 personas asistieron a su entierro
El martes 7 de diciembre, a las 11 de la mañana llegaba al barrio del Cerro del Moro en Cádiz el féretro con el cuerpo de Martín Luna. Antes, familiares, amigos y vecinos del barrio habían realizado una colecta popular para sufragar los gastos que originaban a la familia el traslado del cuerpo del camarada desde Barcelona a su tierra y que ascendió a 400.000 pesetas.
El cariño que el barrio profesaba a Juan se manifestó claramente ese día. Desde las 9 de la mañana los vecinos se habían empezado a concentrar en la puerta del domicilio familiar para rendirle su último homenaje de admiración y respeto. A la llegada del cortejo fúnebre, su madre, Carmen Luna, puño en alto, en medio de una fuerte emoción y tensión se dirigió a los vecinos con las siguientes palabras: Ni una sola lágrima, serenidad. Junto a ella estaban el padre, sus hermanos y su mujer. Más de 20 coronas de flores de familiares de Francia, Galicia, pueblos de la bahía, amigos, vecinos, presas de Yeserías y compañeros de la Bazán precedían el féretro, portado a hombros por los compañeros y amigos de Martín Luna. El ataúd iba cubierto con la bandera de la República Popular y el emblema de nuestro Partido. La gente se unió al cortejo conforme iba desfilando, engrosaban las filas con los puños crispados en alto. El cariño que el pueblo gaditano le tributó, indicó al gobierno que una vez más se había equivocado, y que había hecho por Cádiz famoso aquello de que Juan Martín Luna es de los muertos que nunca mueren.
El cortejo presidido por una pancarta con el texto Tu sangre es semilla de libertad, por la bandera roja y la de la República Popular, recorrió a lo largo de dos kilómetros y medio las calles de San Severiano, Trille, María Auxiliadora, Plaza de San José y Avenida de Ana de Villa. A su paso los gaditanos se agolpaban en las aceras y los comercios cerraban sus puertas en señal de duelo.
Mientras su madre y los familiares organizaban la entrada al cementerio, a la puerta y con el féretro a hombros, se entonó la Internacional, canto que se repitió en el interior, tras una semblanza de Martín Luna que hizo uno de sus compañeros. Hasta la llegada al nicho, en medio de una fina lluvia de claveles, se dieron gritos a favor de Martín Luna, del PCE(r) y de los GRAPO. Cuando el féretro se introdujo en el nicho se volvió a entonar la Internacional y el Himno de los GRAPO.
La manifestación que fue su entierro en Cádiz, los gritos a favor de la guerrilla y los GRAPO, el cariño que el pueblo gaditano le tributó, indicó al gobierno que una vez más se había equivocado, que asesinando a un comunista hacía surgir del seno del pueblo a cien más.
Esta era, sin duda, la mejor respuesta que pudieron recibir sus asesinos, el respeto y el homenaje sincero de más de dos mil gaditanos que mostraban con su actitud, su admiración por tan noble y valiente guerrillero.
Manolo era un hombre capaz de amar mucho, por eso mismo fue capaz de ofrecer su vida por los demás. Amaba intensamente a su hijo y por eso luchaba para conseguir para él y para todos un mundo mejor.
La sangre de nuestro camarada es un canto de vida y revolución.
Enrique Cerdán Calixto, 5 septiembre 1981
Enrique Cerdán Calixto, camarada Costa, nació en Madrid, en el popular barrio de Quintana. A pesar de su tremenda timidez personal, pronto destacó en lo político por su apasionada defensa de las causas populares; y en cuanto se puso a estudiar empezó su verdadera vida, como él mismo afirmaba, la de la lucha, la denuncia de las injusticias, la revolución.
En 1970, con otro grupo de jóvenes, funda el primer núcleo de la OMLE en el interior de España y formó parte de los Comités de Lucha Estudiantil, impulsados por la OMLE. Aquel año conoce a Manuel Pérez Martínez y ambos se convertirán en los imprescindibles pilares para impulsar la reconstrucción del Partido Comunista.
En 1971 fue detenido durante una manifestación cerca de la Plaza de Legazpi y pasó por la cárcel de Carabanchel. La OMLE había convocado una manifestación en Madrid en protesta del asesinato de dos obreros de la construcción en Granada y la policía le tenía demasiadas ganas y, tras una brutal paliza, le ingresó en la cárcel.
Al año siguiente tuvo que pasar a la clandestinidad, tras haber sido detenido otra vez en Cartagena, cuando los militares le querían encarcelar para cumplir el servicio militar en el Ejército fascista y él se escapó cuando le conducían al centro de reclutamiento.
Como un torbellino, va dejando su huella en todo aquello que hace. Dirige el aparato central de propaganda de la OMLE, donde crea un estilo de trabajo que siempre nos ha caracterizado. Como él solía decir, las limitaciones no están tanto en la falta de experiencia o de medios como en nuestras propias cabezas. Con disciplina y voluntad férrea, no hay tarea, grande o pequeña, que los comunistas no podamos acometer y sacar adelante. A partir de 1973 dirigió la Sección Técnica de la OMLE, encargada de conseguir dinero y máquinas de impresión para la propaganda política, que sirvieron espléndidamente para el funcionamiento independiente de la Organización.
En junio de aquel año fue elegido miembro del Comité de Dirección de la OMLE, junto a Collazo, Delgado de Codes y Arenas y en octubre se traslada a París, donde durante un tiempo trabajó como obrero de artes gráficas. Desempeñó una labor fundamental en el avance hacia la reconstitución del Partido Comunista. Tenía tal respeto por los obreros, que por dicha clase estaba dispuesto a darlo todo, como así sucedió años más tarde.
Encargado en 1975 de la organización del Congreso reconstitutivo del Partido Comunista, a todos nos dejó boquiabiertos por el esmero y eficacia con que lo planificó hasta en sus nimios detalles. Fue elegido para presidir las sesiones plenarias de tan importante evento revolucionario y, al final, resultó uno de los cinco miembros del Comité Central elegidos en el Congreso.
En aquella fiera hora, España se convulsionaba entre el terror del franquismo y las fuerzas que se desataban para derribarlo. Eran tiempos de sol trabado por las garras de la niebla, tiempos de limpio aire amordazado por soga cenicienta, tiempos donde los fascistas lo tenían todo: armas, ejército, hombres, medios y los antifascistas no tenían más que la razón, el apoyo del proletariado y su inquebrantable voluntad de combatir. Enrique, manifestaba: Esto está que arde […] Están preparando juicios sumarísimos contra un montón de antifascistas y seguramente van a condenar a muerte a muchos de ellos. Tratan de sembrar el terror entre el pueblo; así que no queda más remedio que hacerles frente y demostrarles que también el pueblo sabe defenderse […] Ahora lo que necesitamos es una Organización de tipo militar. Y vino el terror de aquel negro verano de 1975, que el régimen culminó con los fusilamientos del 27 de septiembre.
El Primero de Octubre, Enrique da la orden de responder a tan viles asesinatos. Cinco comandos con un total de 15 militantes del recién nacido y aún no bautizado GRAPO, convierten Madrid en una enorme masa de desfiladeros y gargantas. Cinco emboscadas y cuatro policías ejecutados hielan las gargantas de los fascistas que, con Franco a la cabeza, en la Plaza de Oriente, celebraban la orgía de sangre antifascista derramada. El régimen retrocede y paraliza las demás penas de muerte que ya tenía preparadas.
Al haber sido un alto dirigente del PCE(r) y ahora formar parte del Comando Central de los GRAPO, la policía editó miles de carteles con su fotografía y el correspondiente anuncio de búsqueda. No podían ocultar el tremendo odio de clase que le guardaban.
Enrique es el alma de los GRAPO, planifica, dirige y participa en los operativos militares que desarrolla la Organización en aquellos años. Él es el principal impulsor de la Operación Cromo, que con los arrestos del presidente del Consejo de Estado y gran oligarca Oriol y del general y presidente del Consejo Supremo Militar Villaescusa. La acción coloca a la reforma franquista contra las cuerdas. Sin embargo, el activismo, la sobrevaloración de las propias fuerzas y la falta de previsión, provoca que la Operación se salde con la liberación de los dos prisioneros y con la detención de los militantes que en ella participan. Pero la victoria política que se alcanza es algo que hasta el enemigo reconoce.
Fue detenido el 11 de febrero de 1977, torturado brutalmente durante 26 días y 26 noches sufre salvajes torturas a manos de la policía sin que sus labios se despeguen más que para escupirle a sus verdugos todo su odio de clase.
Desde su ingreso en la cárcel, no ceja ni un sólo instante en buscar la fuga, el salto a la libertad para volver de nuevo a la lucha. En una operación minuciosamente preparada durante nueve meses, el 17 de diciembre de 1979 cinco combatientes de los GRAPO, entre ellos Abelardo Collazo y Martín Luna, se fugan de la cárcel de Zamora con la complicidad de la luna.
Pisa el asfalto, corre, brinca, vuela, con encendida pasión y entusiasmo se entrega en cuerpo y alma a reorganizar los GRAPO. Sabe que hay orden de exterminar a los revolucionarios, que sobre su cabeza pende una pena de muerte dictada en las alcantarillas del Estado y, sin embargo, durante los meses que permanece activo son numerosas las acciones armadas en las que tomó parte.
En la madrugada del 5 de septiembre de 1981 más de cien policías rodearon el piso franco de Barcelona en el que se ocultaba. El camarada Costa, sin vestirse, cogió una pistola y trató de escaparse por los tejados. Fue acribillado desde todos los ángulos posibles; cincuenta balas mordieron su cuerpo para poder derribarlo. Asesinaron a uno de los guerrilleros más importantes de la historia moderna de España.
Tenía 31 años de edad y un hijo, Daniel, al que no pudo ver desde su paso a la clandestinidad. En septiembre de 1981, la AFAPP editó un libro sobre su vida: Enrique Cerdán Calixto. Recuerdos de sus camaradas.
María Dolores Castro Saa, 17 junio 1981
Dolores Castro Saa era gallega y desde la infancia estuvo marcada por un claro sello de clase que pronto le hizo volcarse en la lucha antifascista. Como otras muchas familias gallegas tuvo que emigrar a Cataluña junto a su madre y su hermano. Ante la imposibilidad de compatibilizar su madre las largas jornadas de trabajo para poderse mantener con el cuidado de sus hijos menores, Dolores fue internada en un colegio de la beneficencia regentado por religiosas donde desarrolló un espíritu de lucha y de defensa de las compañeras más débiles frente a la represión que sufrían.
Al salir del internado hace COU e ingresó en la Universidad donde entró en contacto con miembros de la Organización Democrática de Estudiantes Antifascistas (ODEA) donde comenzó a militar y donde hizo una destacada labor de organización y acercando a numerosos jóvenes a dicha organización de masas. Siendo la responsable de la ODEA de Cataluña participa en la II Reunión General de dicha Organización.
En 1978 se incorpora al PCE(r) al aparato de Propaganda, donde desarrolla las tareas de distribución de propaganda. Una de las tareas más peligrosas ya que la propaganda era distribuida a los diferentes puntos del Estado portando maletas y bolsas y maletas que tenían que sortean los controles policiales. A finales de 1978 se produce la detención de varios miembros del aparato de propaganda entre los que se encuentra Dolores. Se le aplica la Ley Antiterrorista y permanece 10 días en la DGS de Madrid donde es salvajemente torturada. Hasta el punto de que a su ingreso en prisión las carceleras tuvieron que llamar a varias de sus camaradas para que fueran a recogerla al departamento de ingresos porque tenía las plantas de los pies completamente reventadas y no podía andar. Durante cerca de dos meses tuvo que ser transportada por sus camaradas y cuando salió de prisión aun no se había recuperado de las lesiones sufridas por la tortura.
Al salir de prisión pasó a la clandestinidad y al poco tiempo pidió su incorporación a los GRAPO. Participó en las acciones de mayo y junio de 1981. El día 3 de junio en Valencia se salvó de ser herida por muy poco de un tiroteo con la policía nacional, donde dos de los policías resultaron heridos. Ya estaba plenamente identificada y puesta en el centro de la diana represiva, por lo que su asesinato era cuestión de días.
El día 16 de junio el comando compuesto por ella, Antonio Cabeza, Roberto Liñeira y Albino Gabriel López se enfrentan a tiros con la Brigada Antiterrorista en Barcelona, donde Roberto es herido de bala en una pierna. En la fuga recalan en un pueblo cerca de la frontera con Francia. El día 17 instalan su tienda de campaña a las afueras de La Farga de Bebié. Junto con Albino Gabriel López, se acerca al pueblo para interesarse por los horarios de trenes y comprar tabaco y algo de comida, mientras los otros dos combatientes aguardan en una tienda de campaña perfectamente camuflada en una difícil localización a la salida del pueblo. Albino y Dolores son localizados por la Guardia Civil y detenidos. Llevados al cuartelillo, un enclave estratégico en la lucha antirevolucionaria, pues desde él se controlan los pasos a Francia, son brutalmente torturados y asesinados. La versión del Estado dijo que Dolores llevaba una pistola camuflada ¡¡en el pelo!! y que al intentar usarla fueron abatidos. La realidad es que les tuvieron que sacar con brutales pero rápidas torturas la información de la localización de sus compañeros, pues desde las 15.45 que se oyeron los disparos que les asesinaron hasta la localización y acribillamiento de sus otros dos camaradas, a las 18.30, hasta ese alejado pueblo de Girona se desplazaron decenas y decenas de guardias civiles y los dos más altos cargos de la picoletada en Catalunya. Todo eso en apenas dos horas y media.
Dolores fue enterrada unos días más tarde de estos brutales asesinatos en Hospitalet de Llobregat (Barcelona).
Francisco Roberto Liñeira Oliveira, 17 junio 1981
Asesinado por la guardia civil el 17 de junio de 1981 en Les Lloses, Girona. Miguel nació en A Coruña 23 años antes de su asesinato. Pronto destaca como un luchador político y, tras sus pinitos en el mundo estudiantil en la ODEA, el PCE(r) lo incorpora a sus filas. Tiene mucha capacidad comunicativa y agitadora, por lo es encargado de la responsabilidad de la propaganda del Partido en Catalunya, Euskadi y Zona Centro.
Es detenido el 14 de octubre de 1979 junto a otros 19 militantes antifascistas en Madrid, Barcelona y Valencia. A él lo detienen en Madrid y es duramente torturado antes de pasar a prisión. Como no tienen pruebas le excarcelan en unos meses y pasa inmediatamente a la clandestinidad.
Entonces ingresa en los GRAPO y se le nombra responsable de su comando por su gran capacidad política y humana. Participa en la ejecución del General Enrique Bríz Armengol el 2 de septiembre de 1980 en Barcelona, y pronto su nombre es para la policía sinónimo de objetivo a eliminar.
Participa en las audaces acciones guerrilleras de mayo y junio del 81. El día 16 de junio se enfrentan a tiros con la Brigada Antiterrorista en Barcelona, donde Roberto es herido de bala en una pierna. En la fuga recalan en un pueblo cerca de la frontera con Francia. El día 17 instalan su tienda de campaña a las afueras de La Farga de Bebie, a unos pocos kilómetros de suelo francés. Sus compañeros Albino Gabriel López y María Dolores Castro Saa se encaminan al pueblo a por información sobre trenes y algo de comida y tabaco. Él y Antonio Cabeza Della aguardan en la tienda de campaña a pocos kilómetros del pueblo, en una campa muy disimulada y de muy difícil acceso. Sus compañeros en el pueblo son detenidos, conducidos al cuartel de la guardia civil, torturados y asesinados. A La Farga y tras (o durante) el asesinato de Dolores y Albino llegan varios máximos jefes de la guardia civil, entre ellos el teniente coronel Blázquez Pedraza, jefe de la comandancia de Girona, y el general Pajuelo, jefe de la 4ª Zona (Catalunya). El dispositivo de detectar y matar ha cumplido su primera parte. Sólo falta localizar al resto de militantes antifascistas. Como verdaderas hienas despliegan un inmenso círculo en torno a la campiña en la que estaban Roberto y Antonio. Las torturas debieron hacer efecto, porque la tienda estaba muy bien escondida y aún así en tan sólo dos horas y media desde el asesinato de los 2 primeros militantes ya estaban localizados. Al menos un grupo de 18 guardias civiles descargan sobre ellos cientos de balazos, asesinándolos en el acto y dejando sus cuerpos tirados por varias horas. Roberto está literalmente cosido a balas, con varios orificios en los pómulos, cuello, pecho y estómago. Tras varios días en los que el cuerpo no pudo ser visto por nadie independiente a la guardia civil, Roberto es enterrado en A Coruña. Con él asesinaron a un excelente propagandista comunista y a un guerrillero valiente y osado.
Albino Gabriel López, 17 junio 1981
Asesinado por la guardia civil el 17 de junio de 1981 en La Farga de Bebié, Girona. Albino nació en Ourense, Galicia. Desde muy joven se inició en las actividades políticas revolucionarias y tomó contacto con la Unión de Juventudes Antifascistas.
Pasó a desarrollar una militancia volcada totalmente en la causa obrera y popular y enseguida fue señalado por la represión. En una de las redadas brutales contra la Unión de Juventudes Antifascistas, pero también contra Socorro Rojo, Juventudes Antifascistas, Mujeres Antifascistas y Pueblo y Cultura, Albino es detenido. Le torturan y apalean de tal manera, que pasa a la cárcel en silla de ruedas, con los pies totalmente destrozados, llenos de quemaduras y golpes. Le costaría varios meses recuperarse y poder andar con normalidad.
Dentro de prisión acentúa su militancia comunista, y ya desarrolla la idea de que la Unión de Juventudes Antifascistas es una organización de masas importante, pero que sin el vital Partido Comunista no hay revolución posible.
Al salir de la cárcel se incorpora a la clandestinidad más absoluta y en unos meses pide el ingreso en los GRAPO. Participa en la acción que acaba con la vida de dos guardias civiles en el barrio barcelones de Horta el 4 de mayo de 1981. Su vida, como en el salvaje oeste, ya tenía puesta precio y en unas semanas se la segaron, en lo mejor de su etapa militante.
El día 16 de junio el comando compuesto por él, Antonio Cabeza, Roberto Liñeira y Dolores Castro se enfrentan a tiros con la Brigada Antiterrorista en Barcelona, donde Roberto es herido de bala en una pierna. En la fuga recalan en un pueblo cerca de la frontera con Francia. El día 17 instalan su tienda de campaña a las afueras de La Farga de Bebié. Junto con María Dolores Castro, se acerca al pueblo para interesarse por los horarios de trenes y comprar tabaco y algo de comida, mientras los otros 2 militantes aguardan en una tienda de campaña perfectamente camuflada en una difícil localización a la salida del pueblo. Albino y Dolores son localizados por la guardia civil y detenidos. Llevados al cuartelillo, un enclave estratégico en la lucha antirevolucionaria, pues desde él se controlan los pasos a Francia, son brutalmente torturados y asesinados. La versión del Estado dijo que Dolores llevaba una pistola camuflada ¡¡en el pelo!! y que al intentar usarla fueron abatidos. La realidad es que les tuvieron que sacar con brutales pero rápidas torturas la información de la localización de sus compañeros, pues desde las 15.45 que se oyeron los disparos que les asesinaron hasta la localización y acribillamiento de sus otros dos camaradas, a las 18.30, hasta ese alejado pueblo de Girona se desplazaron decenas y decenas de guardias civiles y los dos más altos cargos de la picoletada en Catalunya. Todo eso en apenas dos horas y media.
El cadaver de Albino Gabriel fue retenido durante varios días, y al final pudo descansar en Vilarello, Ourense.
Antonio Cabeza Bella, 17 junio 1981
Asesinado por la guardia civil el 17 de junio de 1981 en Les Lloses, Girona. Antonio Cabeza era un trabajador catalán, que en la época de 1972 toma contacto con la OMLE y empieza a militar en la organización de una forma muy activa.
En 1974, cuando la OMLE se extiende por muchas ciudades obreras de Catalunya, Cabeza es uno de sus máximos impulsores y de hecho dicha organización no hubiera cogido base firme en todo el Baix Llobregat sin su trabajo adnegado. Antonio era trabajador de la construcción y en 1975 y con la fundación del PCE(r), pasa a militar en éste. Es uno de los militantes puntas de lanza de la organización en Catalunya, aunque debido a su frenética actividad pronto es puesto en la mira represiva y tiene que pasar a la clandestinidad. A inicios de los 80 se incorpora a los GRAPO, al principio como miembro de un comando de información y más tarde como comando activo.
Participa en las audaces acciones de mayo y junio del 81 y pronto se establece una verdadera caza del hombre contra Antonio y el resto de camaradas de su comando.
El día 16 de junio se enfrentan a tiros con la Brigada Antiterrorista en Barcelona y en la fuga recalan en un pueblo cerca de la frontera con Francia. El día 17 instalan su tienda de campaña a las afueras de La Farga de Bebie, a unos pocos kilómetros de suelo francés. Sus compañeros Albino Gabriel López y María Dolores Castro Saa se encaminan al pueblo a por información sobre trenes y algo de comida y tabaco. Él y Roberto Liñeira Oliveira aguardan en la tienda de campaña a pocos kilómetros del pueblo, en una campa muy disimulada y de muy difícil abceso. Sus compañeros en el pueblo son detenidos, conducidos al cuartel de la guardia civil, torturados y asesinados. A La Farga y tras (o durante) el asesinato de Dolores y Albino llegan varios máximos jefes de la guardia civil, entre ellos el teniente coronel Blázquez Pedraza, jefe de la comandancia de Girona, y el general Pajuelo, jefe de la 4ª Zona (Catalunya). El dispositivo de detectar y matar ha cumplido su primera parte. Sólo falta localizar al resto de militantes antifascistas. Como verdaderas hienas despliegan un inmenso círculo en torno a la campiña en la que estaban Roberto y Antonio. Las torturas debieron hacer efecto, porque la tienda estaba muy bien escondida y aún así en tan sólo dos horas y media desde el asesinato de los 2 primeros militantes ya estaban localizados. Al menos un grupo de 18 guardias civiles descargan sobre ellos cientos de balazos, asesinándolos en el acto y dejando los cuerpos tirados por varias horas.
Josefa Jiménez Zamora, 14 enero 1981
Josefa nació el 3 de febrero de 1953, en Montefrío (Granada). Era hija de campesinos y, como otras muchas mujeres de nuestro pueblo, desde muy niña se vio obligada a trabajar en las duras faenas del campo.
A la edad de 12 años tuvo que marchar a Córdoba, donde se tuvo que ponerse a trabajar de sirvienta; a esa misma edad empezó a aprender a leer y escribir.
Poco tiempo después se trasladó a Madrid, donde conoció a su compañero, un obrero de la factoría CASA en Getafe, con quién se casó en 1971 y al año siguiente tuvo un hijo.
En 1974 tomó contacto con la Organización de Marxistas Leninistas de España, empezando a desarrollar su actividad política en los barrios de Villaverde, Carabanchel y Getafe, en el sur proletario de Madrid. A causa de ello fue detenida en tres ocasiones, mostrando siempre ante la policía, un comportamiento ejemplar. En ninguna de las detenciones facilitó dato alguno, ni siquiera su propia militancia en el PCE(r), pese a las bestiales torturas que le infligió la policía.
En 1979, debido a la represión policial y a la necesidad de impulsar el trabajo clandestino, decidió continuar su militancia revolucionaria en el PCE(r) desde la clandestinidad; posteriormente también tomó la decisión de incorporarse a los GRAPO, organización a la que dedicó todos sus esfuerzos hasta el momento en que cayó gravemente herida por las balas asesinas de la policía.
El 20 de noviembre de 1980 fue gravemente herida en Valencia en un enfrentamiento armado con la policía. Trasladada a un hospital, fue torturada allí mismo, lo que agravó aún más sus heridas. Los médicos no pudieron hacer nada por salvar su vida y el 14 de enero de 1981 murió en el hospital.
Josefa destacó por su entrega y honestidad, cumpliendo siempre aquello a lo que se comprometía, al tiempo que mostraba una actitud firme en la defensa de los principios comunistas y en la necesidad de la lucha armada. Era un apoyo para los camaradas jóvenes en los momentos más duros. Su actitud comprensiva y firme consiguió en más de una ocasión que el desánimo no influyera decisivamente en algunos combatientes.
Siempre defendió la participación de las mujeres en el más alto grado de resistencia de los pueblos del Estado español porque era, así mismo, una defensora ardiente de los derechos de la mujer; pero lo era aún más de la incorporación activa de la mujer a la más alta expresión de la lucha de la liberación de la mujer: la lucha armada contra el fascismo. En este sentido, continuó la tradición heroica de muchas mujeres madrileñas que, como ella, fueron asesinadas por el fascismo.
Participó en numerosas acciones armadas y durante el periodo en el que combatió en los GRAPO, con su actividad y su entusiasmo, contribuyó notablemente a levantar muy alto la bandera de la lucha armada y a fortalecer la organización guerrillera.
Su muerte supuso una gran pérdida y un duro golpe para el movimiento de resistencia organizado y para la guerrilla popular. Pero el ejemplo de su lucha y entrega revolucionarias, el mismo ejemplo de su muerte, aún estando herida y siendo torturada en el mismo hospital por la policía, sirvió de acicate para muchos revolucionarios y demócratas, para las mujeres conscientes de los pueblos de España.
José España Vivas, 6 septiembre 1980
Torturado hasta la muerte el 6 de setiembre de 1980. Vecino de Alcalá de Henares, Madrid, militante del PCE(r), fue detenido el 5 de setiembre y torturado hasta la muerte en las mazmorras de la DGS en la tarde del 6 de septiembre de 1980.
El mismo día de su brutal asesinato, el miércoles 6 de setiembre de 1980, ABC publicaba un editorial con el título Penas adecuadas al terrorismo donde proponía la implantación de la pena de muerte para acabar con la peste terrorista.
Dicho y hecho. Unas pocas horas después de este llamamiento a la guerra sucia, nuestro camarada era reventado a golpes.
Tenía 25 años y era presidente de la Asociación de Vecinos de Alcalá de Henares. Su cuerpo fue entregado en un ataúd sellado, para que no se conocieran las brutales torturas. Nadie fue juzgado.
En los días posteriores al asesinato de José España, la policía había torturado de tal manera a Isabel Llaquet, dirigente del PCE(r), que tuvieron que parar pues casi se les va de las manos. Mientras estaba casi insconciente de los golpes, un miembro de la Brigada de Información le dijo: Cuando un burro mea, a otro le da ganas, refiriéndose a la muerte de José España.
En 1981, en el aniversario de su asesinato, la Asociación de Vecinos de Alcalá de Henares editó una octavilla en su recuerdo. Varios miembros de dicha agrupación vecinal fueron procesados por dicho homenaje.
Desde la prisión de Herrera de la Mancha al pensar en el cuerpo mutilado de José España Vivas, uno de sus camaradas recordó lo siguiente:
José, madrileño, militante del PCE(r), detenido por difundir las ideas del socialismo, por organizar a los oprimidos, por ir a las fábricas a repartir octavillas que propagaban: Aquí o nos salvamos todos luchando codo con codo o no se salva ni dios, que de uno en uno podemos arder como fugaces brasas que enseguida se apagan y nada alcanzan, pero todos juntos, unidos, como puño monolítico dirigido por el Partido Comunista, seremos el definitivo fuego proletario al que ninguna bayoneta podrá cortarle el paso.
Sepultado fue José en los lúgubres calabozos de la DGS de Madrid. Lo golpearon con tan fiera saña que los torturadores locos se volvieron de impotencia y rabia cuando nada pudieron para arrasar de su mirada la alta torre de la Dignidad humana.
José, sentía en todo su cuerpo las fieras arremetidas de un loco enjambre de avispas. Sobre el ruido sordo de los golpes, había un comunista que sellaba sus labios con la lealtad a su clase y a sus hermanos. Suspendido sobre el eléctrico escalofrío de la picana, su grito rasgaba la apacible complicidad de los neutrales. En su voz había un grito desgarrado que interrogaba: ¿Qué hicieron los izquierdistas de salón y los intelectuales varados en el teatro de las vanidades y los pacifistas de venda y parche y los sindicalistas a la diestra del patrón que administran las treinta monedas de la traición, dónde su voz, su grito, dónde para denunciar los crímenes de Estado, la tortura y el terror con que quisieran extirpar el cáncer de la Revolución.
José, libró su más terrorífica y definitiva batalla contra unos torturadores que descienden por vía directa de la milenaria España de la cruz y de la espada, de esa negra España que a golpe de Inquisición siempre ha querido abortar el nacimiento de la nueva madrugada. Contra esa España, contra sus ciegos golpes, contra su tortura y su dolor, José y su grito, José y su fe ciega en los pueblos y en los hombres, José venciendo a la muerte y ardiendo y quemándose en las esencias de su clase donde su martirio se vuelve polvo enamorado que organiza la sonrisa y la esperanza.
¡Torturado hasta la muerte!
Abelardo Collazo Arauxo, 29 agosto 1980
Abelardo Collazo nació en Teis, una aldea próxima a Vigo, en octubre de 1946. Era el mayor de tres hermanos. Desde temprana edad conoció las duras condiciones de vida de los que tienen como único patrimonio su fuerza de trabajo, participando de los padecimientos y aspiraciones de los obreros.
Durante los primeros años de su vida, la familia vivió en un horno abandonado que se inundaba cuando llovía, mudándose más tarde a una casita que reunía mejores condiciones.
A los 12 años, dejó los estudios, para trabajar en la construcción. Los exiguos sueldos de sus padres apenas bastaban para mantener la familia y el hijo mayor sintió el deber de contribuir con su trabajo; no pudo permitirse el lujo de estudiar.
Dos años estuvo trabajando como aprendiz en la construcción, hasta que a los 14 años su padre le consiguió un trabajo en su empresa, Seida, dedicada a la limpieza y reparación de coches.
Desde esa temprana edad van despertando los principales rasgos de su carácter: es un niño serio, con gran capacidad de trabajo, que se entrega plenamente en todo lo que cree. Aunque tímido y reservado, pronto se gana la simpatía de sus compañeros.
En Seida trabaja seis años, junto con su padre. Cuando aún no tiene 17 años, muere su padre. Entonces Abelardo queda como cabeza de familia; debe cuidar no sólo de sí sino de su madre y sus hermanos, y ha de buscar en la emigración una posibilidad de vida que en su tierra le está vedada.
En París entra a trabajar en la cadena de montaje de la multinacional Citroen. Se incorpora así al sector de vanguardia de la clase obrera: el proletariado fabril y se introduce de lleno en el mundo de la gran fábrica donde experimenta la solidaridad de los trabajadores y las grandes huelgas. Conoce y aprende a odiar a los patrones, a los esquiroles y a los chivatos; descubre los intentos de dividir a los obreros, la marginación y sobrexplotación de los trabajadores de segunda clase, los norteafricanos; vive la rígida disciplina de la gran empresa, disciplina que será una de sus virtudes más destacadas a lo largo de su vida de luchador clandestino.
Tiene ocasión de hablar con trabajadores búlgaros y rumanos que le descubren un nuevo mundo, un cambio radical que se está produciendo en sus países de origen: el socialismo.
Abelardo quiere conocer más y más del sistema socialista. Pregunta, discute, se apasiona. Lo que ha sido posible en esos países también puede serlo en su tierra.
Compagina su trabajo en Citroen con el que realiza en una compañía de limpiezas. Tanto en un sitio como en otro traba numerosas amistades.
La militancia política juvenil
Tras permanecer un año en Francia, Abelardo vuelve a Galiza, a Vigo. En poco tiempo ha madurado profundamente; ya no es el adolescente que salió dos años antes. Al poco de llegar encuentra trabajo en una empresa de construcción, la Termac, que participa en una de las fases del Polígono de Coia. Entra de listero y, posteriormente, trabaja como peón de albañil.
Sus inquietudes políticas, su conciencia de clase, lo llevan a buscar a otros que piensen como él, a una organización que luche contra el régimen de los explotadores, y toma contacto con las Juventudes Comunistas.
La segunda década de los 60 son años de intensa labor política para Abelardo. Se encarga de organizar las Xuventudes Comunistas en la zona viguesa. Pronto se gana la confianza y el respeto de los obreros.
En esa época los carrillistas siembran ilusiones reformistas, llaman a cambiar el sindicato vertical desde dentro, pretendiendo llevar a votar a las elecciones para ir al copo del sindicato vertical. Abelardo se presenta en 1968 a las elecciones sindicales y es elegido jurado de empresa por los trabajadores de Termac, pasando también a formar parte de la representación sindical de la construcción en Vigo.
Sin embargo, nada más lejos de sus intenciones que caer en la trampa de la legalidad y el servilismo. Unos meses después organiza una huelga por mejoras salariales y otras reivindicaciones junto con otros compañeros. Se hacen asambleas donde se adoptan las decisiones; las huelgas se acompañan con acciones propagandísticas y de protección, con manifestaciones y con los inevitables enfrentamientos con la policía, encierros en los sindicatos, etc.
En esta lucha aparece un método hasta entonces casi desconocido en Vigo: la formación de piquetes para dar su merecido a los esquiroles y chivatos. La huelga de Termac tuvo gran resonancia por toda la ciudad, especialmente por los métodos de lucha utilizados. A raíz de la misma son despedidos los trabajadores que más se han destacado, entre ellos los dos hermanos Collazo.
Abelardo tiene que buscar trabajo nuevamente y lo encuentra, con ciertas dificultades, de peón de albañil en otras empresas.
En 1969 se traslada a Francia como delegado de las Xuventudes Comunistas para asistir a las asambleas preparatorias del Congreso de las xuventudes carrillistas. A ellas asisten los principales dirigentes del partido revisionista, entre ellos el mismo Carrillo. Allí Collazo expone sus críticas a la línea organizativa, al liberalismo, con lo que levanta fuertes polémicas en las reuniones. No recibe contestación satisfactoria a sus planteamientos y vuelve de Francia sin obtener ningún resultado positivo. No obstante, sigue desarrollando con energía su actividad política contra el fascismo.
El proceso de Burgos en 1970 contra los patriotas vascos de ETA despertó en todo el país una ola de indignación y solidaridad. En Vigo se produjeron paros en todas las grandes fábricas, manifestaciones y saltos, pese a que el partido carrillista no pasó de una postura testimonial, argumentando que no había condiciones para sacar a la gente a la calle. Las xuventudes, sin embargo, desplegaron una actividad inusitada con octavillas, pintadas, pancartas y propaganda oral entre las trabajadores.
El malestar existente entre las xuventudes contra la dirección se está dando paralelamente dentro del partido carrillista gallego. Un sector de este partido encabezado por Hierro Chomón propugna una línea realmente comunista y plantea la necesidad de utilizar la lucha armada contra el terror oficial.
Las contradicciones, tanto en las xuventudes como en el partido carrillista, se van agudizando.
Por este tiempo Abelardo recibe los primeros materiales de propaganda de la Organización de Marxistas Leninistas de España y los primeros libros y folletos comunistas. El conocimiento de las obras de Lenin, Stalin y Mao Zedong le causa un gran impacto.
También tienen una gran importancia clave sus encuentros con un dirigente de la OMLE que viaja a Galiza, Manuel Pérez Martínez, el camarada Arenas. Juntos discuten la situación política del país, los problemas organizativos, el carácter de la revolución en España, las relaciones de la lucha del pueblo gallego con la del resto de los pueblos de España, etc.
Las tensiones con la dirección carrillista culminan en 1971 a raíz de una convocatoria para la huelga general. Abelardo es entonces representante de las xuventudes en el Comité Central del partido carrillista, un representante muy incómodo al que intentan apartar. Se convoca en Vigo una asamblea general de comisiones obreras, xuventudes y partido carrillista de Galiza para preparar la huelga general. En ella se produce un duro enfrentamiento entre la línea oficial y el grupo de Hierro y Collazo. Tras una tormentosa reunión, al ser imposible realizar una política obrera dentro del partido carrillista, deciden separarse de él y formar un nuevo grupo: la Organización Obreira. La casi totalidad de las xuventudes y un importante sector del partido carrillista de Galiza en Vigo abandonaron a los revisionistas siguiendo a Abelardo Collazo y a Fernando Hierro.
Las luchas de Ferrol y Vigo
La Organización Obreira nace en oposición a la degeneración revisionísta en que han abocado los carrillistas y sin tener unos planteamientos políticos totalmente elaborados.
En un principio desarrolló una actividad de tipo sindical y reivindicatíva con un carácter radical. Propugnaban métodos de lucha independientes de los sindicatos fascistas y la legalidad, con la celebración de asambleas, la elección de delegados revocables en todo momento, formación de piquetes, etc. Se plantean la necesidad de reconstruir el auténtico Partido Comunista, aunque no llegan a elaborar una línea política completa. Entre tanto, las relaciones con la OMLE se van estrechando y mejorando, aunque sería necesaria la prueba de la colaboración práctica, en las huelgas de Ferrol y Vigo, para llegar a los acuerdos de fusión.
Mientras, se ha avanzado en la estructuración de la Organización Obreira. El organismo central es el Comité de Dirección del que Abelardo forma parte. Disponen de un aparato de propaganda y también funciona el llamado comité militar, que puede disponer de cualquier miembro de la Organización para sus tareas. Sus funciones consisten en el acopio de explosivos y armas, la creación de un fondo económico para estos fines y la ejecución de acciones de sabotaje y castigo. Son numerosas las acciones realizadas contra directivos de empresas que destacan por su carácter fascista, chivatos falangistas, esquiroles: quema y voladura con dinamita de coches, lanzamiento de cócteles molotov contra chalets, etc.
Amplio eco tuvo en toda Galiza y, especialmente en Vigo, el asesinato de dos obreros durante una manifestación en Ferrol en 1971.
Los sucesos de Ferrol sirvieron para acelerar el movimiento combativo en ascenso de los trabajadores vigueses. El malestar general iba creciendo hasta que estalló al año siguiente, en 1972, la Huelga General Revolucionaria. Por estas fechas se estaban celebrando los convenios en las fábricas más importantes: Citroen y Barreras. En ésta última saltó la huelga y fueron despedidos varios obreros, lo que provocó la solidaridad general del pueblo vigués, dando lugar durante dos semanas a una de las luchas de mayor relevancia de los últimos años del franquismo.
La represión en Galiza y en todo el país fue muy importante. Vigo fue invadida por los cuerpos represivos traídos de distintas partes. En los cuarteles y centros militares de la zona se acuarteló a los soldados. La principal aportación al movimiento obrero de la Huelga General Revolucionaria de 1972 fue la aplicación, por primera vez en nuestro país, de los métodos de la guerrilla urbana en las luchas populares.
La Organización Obreira fue quien encabezó la huelga general viguesa, como tuvo que reconocer la prensa y el mismo partido carrillista. Se desencadenó en consecuencia una feroz represión contra ella. Muchos de sus militantes fueron detenidos y apaleados, destacando el caso de Casimiro Xil Arauxo encargado del aparato de propaganda. Fue torturado sádicamente: le arrancaron la mitad de la dentadura, le partieron las cejas, le dañaron la columna vertebral y marcaron todo su cuerpo con heridas y moratones.
Abelardo se vio obligado a pasar a la clandestinidad pues la policía le buscaba como uno de los principales dirigentes de la huelga.
La OMLE despliega una amplia labor en todo el país, en la medida de sus fuerzas, en apoyo de las luchas de Vigo e imprime las octavillas a la Organización Obreira cuando cae el aparato de propaganda de ésta.
Poco después nace, en base a la Organización Obreira, la Organización de Marxistas-Leninistas de Galiza (OMLG), integrada en la OMLE. Abelardo fue el principal impulsor de la fusión, el que la defendió con mayor firmeza.
De la I Conferencia de la OMLE al Congreso Reconstitutivo del Partido
En junio de 1973 se celebra la I Conferencia de la Organización de Marxistas-Leninistas de España. Con ella se culmina un trabajo de creación de núcleos comunistas en las nacionalidades y en las principales localidades y de asentamiento de las bases políticas de la Organización. Asisten delegados de Galiza, Euskadi, Cataluña, Sevilla, Cádiz, Córdoba. En ella se dan cita mujeres y hombres, comunistas que más tarde saltarán a las páginas de los periódicos, buscados como peligrosos terroristas por su labor de denuncia política del fascismo.
En la I Conferencia de la OMLE se marca claramente como primer objetivo la reconstrucción del Partido Comunista, para lo que hay que avanzar en la consolidación de la Línea Política y en la ampliación de las bases orgánicas del Partido. La Conferencia sirvió también para deslindar los campos con los revisionistas y con los oportunistas de izquierda. Hay que tener en cuenta que la OMLE nació en 1968 entre un marasmo de grupos y siglas, todos pretendidamente comunistas, de izquierda. El desarrollo de la Organización estuvo ligado a una constante lucha ideológica, de desenmascaramiento del oportunismo, tanto de derechas como de izquierdas.
Tras la Conferencia Abelardo es cooptado para el Comité de Dirección y pasa a ocuparse de la Sección Técnica de la Organización. Esta sección es la encargada de la realización de las expropiaciones, elaboración de carnets de identidad y documentos, recuperación de armamento, etc. Son los primeros pasos que se dan en el terreno militar, el embrión de un proyecto que desembocará años más tarde en el nacimiento de una organización independiente: los GRAPO.
Collazo y otros camaradas de la Sección Técnica realizan en este periodo numerosas expropiaciones de máquinas de impresión, necesarias para la edición de propaganda antifascista y comunista. Con ellas nutren el aparato central y los de las Organizaciones nacionales, regionales y locales. La vida de Abelardo y la del resto de los camaradas es dura, exenta de lujos, teniendo muchas veces el dinero escaso para comer ellos y sus hijos. Todos trabajan para mantenerse. Un comunista debe autosostenerse, comer con el fruto de sus manos, siempre que le sea posible. En este tiempo, Abelardo trabaja como albañil en varios tajos del polígono industrial de Fuenlabrada (Madrid).
La OMLE ha dado los pasos imprescindibles para la reconstrucción del Partido. Los planteamientos políticos de la Organización se van enriqueciendo y viéndose corroborados en la práctica. Los núcleos se han extendido, se han creado y asentado mínimamente grupos comunistas en todas las nacionalidades y en las principales zonas del país. El Congreso Reconstitutivo es convocado en 1975 y se celebra en junio de ese año en Santander. De él nace el Partido Comunista de España (reconstituido).
En el Congreso, Abelardo fue elegido por los delegados como miembro del Comité Central del Partido. Con ello se reconoció su valía y firmeza como obrero comunista y su importante papel en la tarea de la Reconstrucción del Partido.
Creación de los GRAPO
Al finalizar el Congreso, Abelardo continúa su actividad en la Sección Técnica. Era consciente de que la lucha armada es imprescindible en las condiciones en que se desarrolla la lucha de clases en nuestro país. Un grupo de comunistas, especialmente Cerdán Calixto, Hierro Chomón y Abelardo, venían trabajando en el terreno militar con miras a sentar las bases de una organización guerrillera antifascista.
La ola represiva desatada en el verano de 1975 corroboraba esta necesidad del movimiento antifascista. El régimen, sembrando el terror, pretendía demostrar que su poder era invulnerable y que cualquier tipo de resistencia resultaba impotente, para desanimar al movimiento popular y acallar la resistencia cada vez más en aumento.
Los planes de creación de una organización militar están, en aquel momento, inmaduros, pero es necesario dar una respuesta inmediata: La dan el Primero de Octubre de 1975 en Madrid.
Luego vendrían los dispositivos contra Oriol y Villaescusa, la respuesta a los asesinatos de 5 abogados laboralistas y numerosas acciones armadas y políticas más.
Torturas en la DGS. La lucha continua en la cárcel
Abelardo es detenido el 11 de febrero de 1977, permaneció 23 días, cuatro largas semanas, en los calabozos de la DGS, sometido a todo tipo de torturas y vejaciones.
Después de estos 23 horribles días es trasladado a la cárcel de Carabanchel. La prisión está hecha para destruir a la persona, someterla y humillarla. Por eso es fundamental en la cárcel conservar la dignidad, seguir luchando contra las humillaciones. Abelardo tenía esto muy claro y siempre fue un ejemplo para sus compañeros. Su alegría y sus bromas, su seriedad en el trabajo y la vitalidad, su confianza infinita en la causa emprendida y en los camaradas no podrán ser olvidados por quienes le conocieron. Tampoco la cárcel pudo doblegar a un hombre acostumbrado a llevar la cabeza alta y la verdad en la boca, seguro de la justeza de su lucha y con sólidos principios comunistas. Su comportamiento y trato fue y sigue siendo ejemplo para todos sus compañeros y cuantos le conocieron en todas las cárceles por las que pasó.
La fuga de la cárcel de Zamora
El 17 de diciembre de 1979 es el día escogido. Pero han sido meses y meses de trabajo contínuo en la elaboración del tunel que les lleve a la libertad
Sale Abelardo. Le siguen Brotons Beneyto, Cerdán Calixto, Hierro Chomón y, por último, Martín Luna. Lo consiguen, aún de las enormes dificultades.
Y continúa la lucha
Una vez en Vigo, busca un refugio en el monte. Tras numerosas citas, encuentros y acciones, por fin se reúne la dirección de los GRAPO, incluido Abelardo. Se estudia la situación política, las fuerzas orgánicas y se establecen los planes de trabajo. Abelardo es destinado a Galiza para montar la infraestructura de la Organización y realizar una labor de captación. Y de nuevo vuelve a su tierra.
Por medio de enlaces va desarrollando su actividad. Efectúa visitas, se reúne con gente dispuesta. Es un trabajo difícil y que requiere tiempo. Simultáneamente va enseñando a los nuevos combatientes, les transmite su experiencia.
A principios de mayo de 1980 Hierro Chomón se traslada a Vigo para realizar varias operaciones junto con Abelardo. Cuando ambos están realizando una llamada telefónica desde una cabina son reconocidos por dos policías. Hierro y Collazo, que han notado cosas extrañas, deciden salir de la zona. No han andado ni cien metros cuando son rebasados por un coche con cinco policías que frena unos metros más adelante y del que salen los sociales disparando sin previo aviso. Hierro resulta herido en una pierna y cae al suelo en medio de una lluvia de balas. Abelardo logra sacar su pistola y efectuar varios disparos, tras lo cual logra huir.
A finales de mayo se encarga de formar y adiestrar un comando en Madrid. Los combatientes son jóvenes, con escasa experiencia y poco compenetrados. En un principio les encarga pequeñas acciones: expropiaciones, etc., para que se familiaricen y se vayan fogueando. También se dedican a la recogida de información y a la preparación de futuras acciones.
A finales de julio se realiza una acción contra el general Criado, subinspector de Sanidad del Ejército. Tienen perfectamente estudiados sus movimientos. En un cruce de calles, el coche que conduce al general se detiene ante una parada. Abelardo, metralleta en mano, y otro combatiente abren fuego cruzado sobre los ocupantes de su vehículo, muriendo el soldado de escolta. Dan por muerto al general que sólo quedará herido y tras arrebatar el subfusil al policía militar, emprenden la retirada.
Asesinato y entierro de un hijo del pueblo
En el mes de agosto, el comando del que es responsable Abelardo realiza algunas acciones menores y prepara otras.
El 29 de agosto sale temprano como todos los días y vuelven a la hora acostumbrada para comer. Desde hacía unos días estaba preocupado pues creyó que le habían reconocido en una parada de autobús, aunque posteriormente logró zafarse de la vigilancia. Sobre las 5 de la tarde vuelve a salir para entrevistarse con uno de los integrantes del comando, Xosé Lois Fernández González, El Che, obrero vigués como él. Sobre las 8’30 suben por la calle de Bravo Murillo y tuercen por la calle Coruña. Mientras, la policía ha ido preparando la emboscada. El lugar está poco transitado; es el sitio idóneo, sin testigos. Varios policías se aproximan por la espalda y, sin mediar palabra, descargan las pistolas en los cuerpos de Abelardo y el Che. Ya en el suelo, rematan a Abelardo con saña;. Tiene seis balazos por la espalda. Sólo le podían matar así, cobardemente, a traición. De frente, sus asesinos tenían miedo. Temían su cuerpo grande inmenso y generoso. Temían sus manos fuertes y callosas, acostumbradas al mazo y la pistola. Temían su frente despejada, su mente clara, su decisión y confianza en la causa del pueblo. No podía quedar vivo. A Xosé Lois también le acribillaron, postrándole en un silla de ruedas para el resto de su vida.
A su funeral en Vigo asistieron más de 4000 personas.
Pedro Tabanera Pérez, 14 agosto 1979
Nacido en Madrid en 1959, Pedro fue uno de tantos jóvenes que unieron su energía revolucionaria a la lucha del conjunto del pueblo contra la dictadura del régimen fascista y, posteriormente, contra la maniobra reformista iniciada tras la muerte del verdugo Franco para camuflar la dictadura con una fachada supuestamente democrática.
Desde sus tiempos como estudiante ya despuntó como un férreo militante antifascista. Formó parte desde su fundación, y con 17 años, de la Unión de Juventudes Antifascistas, desarrollando un importante trabajo político y organizativo, combatiendo el apoliticismo, la primera remesa de drogas introducidas por el Estado y esa pasividad que la burguesía fomenta para frenar o desmovilizar el inmenso potencial revolucionario de la juventud. Él conocía bien esos problemas, que habían acabado con las ilusiones y también con la vida de varios de sus amigos en su barrio, el popular y castigado San Blas madrileño.
Trabajó como delineante en la constructora Dragados y Construcciones hasta que por necesidades de la lucha pasó a la clandestinidad.
Desde su militancia en el PCE(r) animó a otros varios jóvenes a ingresar en la lucha, el único camino para alcanzar las verdaderas libertades.
A mediados de 1978 decidió incorporarse en la organización guerrillera GRAPO. El 18 de julio de aquel año tuvo un enfrentamiento armado con más de una treintena de militantes fascistas de Fuerza Nueva y policías, a causa del cual recibió un disparo en la espalda, aunque logró romper el cerco lanzando una ráfaga con su ametralladora.
Tomó parte en varias de las acciones y dispositivos guerrilleros más arriesgados de la transición política, como las muertes de un brigada de la Guardia Civil en León, varios policías y guardias civiles en Madrid; y contra el antiguo Director General de la Seguridad del Estado Emilio Rodríguez Román.
Fue declarado terrorista a abatir y en varias ocasiones logró escaparse del acoso policial, que en aquellos meses pusieron a todo el Estado patas arriba, a la caza y muerte de los GRAPO, como dijeron los mandos policiales de aquel entonces. Un millón de carteles fueron editados por el Ministerio del Interior con las fotos de varios militantes antifascistas. Tras un enorme cerco realizado en la estación de El Escorial, de Madrid, la policía mató a Pedro Tabanera Pérez el 14 de agosto de 1979.
Aurelio Fernández Cario, 29 junio 1979
Aurelio nació en Fuentes de Andalucía (Sevilla) y desde principios de los setenta se había sumado al movimiento antifascista.
Era maestro y trabajaba en el colegio de un barrio sevillano donde comenzó a militar en la OMLE. En enero de 1974, debido a las redadas que sufrió esta organización en Andalucía el año anterior, tuvo que dejar su trabajo y esconderse en Málaga durante algunos meses. Después se exilió en Francia, donde pasó un año entero de oficina en oficina para que le concedieran el estatuto de refugiado político. Eso significaba que no tenía trabajo, por lo que vivía con su mujer en los albergues públicos destinados a los vagabundos. Finalmente, aún sin contrato, logró un trabajo de once horas diarias en un hotel.
Eizaguirre le encontró trabajo en una imprenta, primero como peón repartidor y luego como fotograbador. Al mejorar su situación, reanudó la militancia en el PCE(r), colaborando con Eizaguirre en la difusión de la revista España antifascista y apoyando a los refugiados uruguayos, chilenos y argentinos que llegaban a París huyendo de la represión en sus respectivos países.
Cuando Eizaguirre fue liberado de la cárcel y regresó a París, le visitaba frecuentemente en el hospital y continuó su labor comunista en Francia encuadrado dentro de la Comisión de Relaciones Internacionales del PCE(r). Le alcanzó la amnistía y consiguió el pasaporte para poder regresar a España en aquel mes de agosto de 1979 con su familia. Semanas antes de caer baleado por los mercenarios parapoliciales del Ministerio del Interior español, varios emisarios del gobierno francés le habían entrevistado para concederle el estatuto de refugiado político.
Era la política del palo y la zanahoria, una trampa; el pasaporte español y el estatuto francés eran para que relajara la vigilancia, y quizá también para reunir más informaciones sobre su persona y poder acabar con él más fácilmente. Fue cuando el Estado español decretó la caza y exterminio al comunista, tras el asesinato de Juan Carlos Delgado de Codes en abril de 1979 y la detención de 150 personas ligadas a los GRAPO, PCE(r), Socorro Rojo, ODEA, UJA, Pueblo y Cultura y Mujeres Antifascistas.
Al día siguiente del asesinato de Eizaguirre, el viernes 29 de junio de 1979, Aurelio Fernández Cario también cae asesinado, tiroteado delante de su domicilio en Choisy-le-Roi, en las proximidades de París. Desde varios días antes dos policias españoles hacían guardia junto a su domicilio y le seguían a todas partes. Hasta sus compañeros de trabajo se dieron cuenta cuando iban a visitarle. Un día Aurelio logró fotografiar desde lejos a los policías que le vigilaban.
Los medios de control informativo españoles le dedican a estos dos últimos crímenes de Estado una decena de líneas, sin nombrar ningún tipo de implicación. El diario francés Le Matin, sin embargo, informó que los asesinos estaban pagados por la patronal y el Estado español. En posteriores investigaciones, se descubre que los servicios secretos españoles habían contratado a dos mercenarios marselleses de extrema derecha (Cherid y Talbi) para asesinar a Eizaguirre y Cario bajo las siglas de Batallón Vasco Español. Para su cobertura política contaron con la revista Blanco y Negro, en cuyas páginas, los periodistas-policías habían señalado a Eizaguirre como uno de los coordinadores del terrorismo europeo.
Aurelio tenía 28 años en el momento de su asesinato, estaba casado y tenía dos hijos mellizos, Ernesto y Felipe, de dos años de edad.
Francisco Javier Martín Eizaguirre, 28 junio 1979
Conocido entre sus camaradas como Juan, Eizaguirre nació en el seno de una familia obrera de Erandio (Vizcaya), el 4 de diciembre de 1937. Era el cuarto de seis hermanos. Con 20 años fue uno de aquellos trabajadores emigrantes que tuvo que viajar hasta Francia para escapar de la miseria y la represión fascista en los años cincuenta.
Comenzó su militancia revolucionaria desde muy joven, primero en el PCE. Fue miembro del Comité para Europa de Comisiones Obreras. Protagonizó una de las rupturas con el carrillismo dentro de la emigración española por su política revisionista y traidora hacia el movimiento obrero.
Formó en Francia los Comités de Apoyo a la lucha del Pueblo Vietnamita y Cubano. En aquella época militaba en una organización guevarista formada por emigrantes y exiliados que trataban de organizar la lucha armada antifascista en el interior de España. En 1967 fue uno de los dirigentes de la Organización Comunista Marxista Leninista, radicada en París, donde participó activamente en las grandes movilizaciones de mayo de 1968.
Junto con ellos y otras organizaciones de refugiados, fundó en 1968 en Bruselas la Organización de Marxistas Lenininstas de España. A partir de ese momento su principal objetivo fue la reconstrucción del Partido Comunista, consciente de que es indispensable para acabar con la explotación de la clase obrera y con la opresión nacional que sufre el pueblo vasco.
En 1971 se encarga del Comité de Dirección así como de las relaciones internacionales de la OMLE en París. Dos años después edita en Francia y Bélgica la revista mensual Noticias de España para ser distribuida entre los obreros emigrantes españoles.
Por ser el camarada más veterano de la Organización, en 1973 presidió la III Conferencia de la OMLE y el 8 de junio de 1975 en Torrelavega (Santander) fue secretario de la mesa en el Congreso Reconstitutivo del PCE(r), participando activamente en la elaboración de la Línea Política, el Programa y los Estatutos.
Por tanto, él fue el fundador y primer presidente del PCE(r) en el que formó parte, desde el principio, del Comité Central. Desde París, desempeñó un papel fundamental en la Comisión de Relaciones Internacionales. Mantenía contacto con las embajadas de China y Albania, con organizaciones comunistas de todo el mundo y difundía la revista de información exterior del PCE(r), que se llamaba España Antifascista.
Clandestinamente, Eizaguirre trasladaba al interior de España los documentos que los comunistas del mundo entero estaban divulgando para frenar las nuevas tendencias revisionistas. Gracias a su trabajo, aquí se pudo conocer la lucha que el movimiento comunista internacional, encabezado por Albania y China, había emprendido contra los modernos revisionistas soviéticos. Esto puso de manifiesto que la traición carrillista en nuestro país caminaba en paralelo a la reconstrucción del capitalismo en la Unión Soviética y que para poner de nuevo en pie el Partido Comunista de España había que luchar contra ambos revisionismos, que se sustentaban en las mismas posiciones ideológicas.
En octubre de 1977 todos los militantes del Comité Central del PCE(r) fueron detenidos en Benidorm por la policía política del régimen y, entre ellos Eizaguirre, que intentó fugarse de los gases lacrimógenos que había lanzado la policía dentro de la vivienda saltando por una ventana y rompiéndose una pierna. Pese a ello, fue abandonado en el patio del cuartel de la guardia civil de Benidorm un día entero y luego fue torturado en la comisaría de policía. Después pasó unos meses en el Hospital Penitenciario de Carabanchel (Madrid), donde pudo ser finalmente escayolado. A pesar de las numerosas fisuras, la lesión podía haberse curado, pero no fue atendido debidamente, corriendo el riesgo de tener que amputarle la pierna, por lo que fue trasladado al Hospital de la Beneficencia de Madrid, siempre bajo custodia de la policía las 24 horas del día.
Más tarde fue puesto en libertad provisional y pasó 19 meses convaleciente en un hospital de París. Fue operado once veces para salvarle la pierna de la amputación pero no pudo ya dejar de recurrir a las muletas para caminar.
Inmediatamente se reincorporó a la Comisión de Relaciones Internacionales del PCE(r), labor que el régimen fascista español no podía permitir. El asesinato fue preparado con la correspondiente campaña de intoxicación propagandística, esta vez de la mano del periodista-policía Alfredo Semprún, que publicó en ABC las consabidas noticias calumniosas que le preparó el Ministerio del Interior.
Semprún, en el semanario fascista Blanco y Negro de 9 a 15 de mayo de 1979 (núm. 3497) le acusó con nombre y apellidos de ser el coordinador de la cumbre terrorista europea. Ese mismo mes, Eizaguirre editaba una carta de respuesta a Alfredo Semprún en la revista Punto y Hora de 29 de mayo, acusándole de haberle señalado en el punto de mira de la guerra sucia y presumiendo un atentado contra él u otros militantes del PCE(r), como así ocurrió tan sólo un mes después. Acababa su carta de denuncia al policía-periodista así:
Ya nadie llora por los muertos,
todo el mundo se rebela.
Es la guerra.
Y en la guerra, a la muerte
No se le llora ni se le teme.
Fue asesinado de cinco disparos por la espalda mientras comía en un restaurante vietnamita el 28 de junio de 1979 por el Batallón Vasco Español, siglas que representaban el terrorismo de Estado de aquella época. Sólo hacía un mes que le habían dado el alta en el hospital. Sus familiares interpusieron una querella en París para conocer las circunstancias del asesinato, pero la policía francesa, que ya entonces era cómplice del Ministerio del Interior español, no investigó nada y los jueces cerraron el caso. Hoy es sabido que sus asesinos fueron Jean Pierre Cherid y Mohamed Talbi, quienes de regreso a España, asesinaron en el País Vasco-Francés a los refugiados vascos Enrique Gómez Korta y Jon Lopetegi, Pantu. Cherid y Talbi eran pied noirs, antiguos mercenarios de la OAS acogidos por los servicios secretos españoles después de la liberación de Argelia y tras la victoria del PSOE en 1982, dirigentes de los GAL.
Eizaguirre tenía 42 años en el momento de fallecer, estaba casado y tenía dos hijos, Bruno y Fabián, de seis y cinco años de edad.
Tras el asesinato el Comité Nacional de Euskal Herria del PCE(r) y otras organizaciones colocaron carteles y difundieron octavillas convocando una asamblea en la plaza de Erandio el 30 de junio a la que acudieron unas 300 personas portando banderas rojas, ikurriñas y banderas republicanas. Un camarada tomó la palabra y explicó la biografía de Eizaguirre, haciendo un llamamiento a la unidad y a la resistencia contra el fascismo. Al terminar la asamblea desfilaron en manifestación por todo el pueblo, cortando el tráfico de la carrtera entre Bilbao y Plencia. Al día siguiente se convocó otra manifestación que acabó en una concentración en la misma plaza de Erandio donde el PCE(r) convocó a participar en una semana de lucha por la amnistía entre los días 2 y 8 de julio. También en Rentería diversas organizaciones populares convocaron una huelga general por el asesinato de Eizaguirre y de otros revolucionarios asesinados por aquellas mismas fechas. En París se convocó otra manifestación en las proximidades de la estación de Austerlitz de donde salen los trenes para Madrid, llenando de pintadas uno de ellos. En el diario Egin, Herri Batasuna y las Gestoras Pro-amnistía editaron varias esquelas de homenaje. Durante su trabajo clandestino se entrevistó con dirigentes de HB en Euskal Herria.
Carmen López Sánchez, 26 mayo 1979
Conocida entre sus camaradas con el nombre de Ana, Carmen nació en en el barrio de Quintana Madrid) en el seno de una extensa familia de trabajadores.
A golpe de tenacidad, estudió hasta el preuniversitario. Siempre con un cigarro en la boca, sentía fascinación por la lectura, una curiosidad insaciable por las cosas sencillas de la vida; todo le interesaba, por todo se preocupaba. Tras estudiar, trabajó en las oficinas de Avon y, finalmente, como obrera en los talleres textiles de Intelsa.
Se integró en la OMLE en 1970 donde, junto con su compañero Raúl Calero Arcones, su trabajo político dejó una huella duradera entre los obreros de Getafe y Villaverde. En plena etapa franquista ambos fueron detenidos y encarcelados en tres ocasiones cuando repartían octavillas y en asambleas de los obreros metalúrgicos. Tuvieron que pasar a la clandestinidad.
Formó parte de la red clandestina de distribución de propaganda, una de las tareas más peligrosas porque había que desplazarse por todas partes con grandes y pesadas bolsas que la policía podía detectar con cierta facilidad en las estaciones de autobuses, trenes, metro y a la puerta de la fábricas.
Luego se incorporó al aparato central de impresión de propaganda y al comité de redacción de las publicaciones. En la Escuela de Cuadros del PCE(r) impartió clases a los camaradas menos experimentados.
En 1977 fue elegida por el aparato de propaganda para participar en el II Congreso del PCE(r).
Ese mismo año, tras la detención del Comité Central fue elegida para formar parte de la Comisión de Propaganda del nuevo Comité Central. En el órgano central Bandera Roja aparecieron varios artículos suyos firmados bajo los nombres de Lidia Chacón y Aida Lafuente.
Carmen destacó siempre por la defensa de la mujer trabajadora y con su imborrable ejemplo demostró que la mujer podía dar ejemplo integrándose plenamente en la lucha revolucionaria y asumiento las más arriesgadas tareas clandestinas. Por eso, comprendiendo que la lucha armada era un elemento clave de la resistencia antifascista, en diciembre de 1978 se integró en los GRAPO.
Su foto y la de su compañero fueron incluidas en un cartel distribuido por el Ministerio del Interior llamando a la delación de los terroristas más peligrosos, a pesar de que al estar embarazada de varios meses ya no intervenía en operativos armados. Llego a tener que dormir en portales, debajo de coches, manteniendo a raya el hambre, para eludir el cerco policial.
Con 24 años fue asesinada en Rincón de Ademuz (Teruel) en un control tráfico de la Guardia Civil el 26 de mayo de 1979 a las dos de la tarde. Pocas horas antes su compañero había tenido un enfrentamiento armado con la policía en Sevilla y nada más descender del vehículo en el que viajaba fue acribillado a tiros por la Guardia Civil. Para defenderle Carmen descendió entonces del coche y apenas le dio tiempo a tratar de coger su arma porque le dispararon en la cabeza y el arma cayó a sus pies. Arrojando sangre por la boca, pidió otro arma; fueron sus últimas palabras. Los guardias civiles la arrojaron a la cuneta y allí la dejaron desangrarse sin molestarse siquiera en llamar a una ambulancia.
Es la primera mujer que ha caído en España combatiendo al fascismo coronado con las armas en la mano. Sus camaradas le pusieron su nombre a la Comuna de la cárcel de Yeserías de presas políticas.
Raúl Calero Arcones, 26 mayo 1979
Conocido entre sus camaradas con el nombre de López, Raúl nació en Madrid en el seno de una familia obrera y antifascista que había combatido en la guerra civil y, en la posguerra, todo el horror de la sanguinaria represión de la hienas falangistas. Ahí se formó su personalidad antifascista. Poniéndose a trabajar muy joven como botones para ayudar a su familia, aún sacó tiempo y ganas para estudiar electrónica.
Trabajó desde muy joven como obrero en la fábrica aeronáutica CASA de Getafe (Madrid) y se integró en las juventudes revisionistas, siendo detenido y pasó varios meses encarcelado en una ocasión. Rompió con los revisionistas en 1971 para integrarse en la OMLE.
Creó un fuerte círculo de obreros de CASA vinculado a la OMLE y más tarde fue distribuidor de propaganda y miembro del aparato clandestino de impresión del PCE(r), pasando finalmente a formar parte de la Comisión de Organización del Comité Central del mismo.
Fue detenido otras dos veces y encarcelado otras tantas. De la firmeza de Raúl, de su entrega sin reservas a la causa, habla su respuesta a la detención del Comité Central en Benidorm: Camaradas, estamos en guerra, hay que vencer o morir.
En diciembre de 1978 quiso incorporarse a la lucha armada y fue tiroteado el 25 de mayo 1979 en Sevilla en una emboscada en la que resultó herido y detenido otro militante. Imediatamente todas las fuerzas represivas fueron puestas en estado de alerta y literalmente patas arriba varios pisos francos así como el tren Sevilla-Barcelona.
Con 25 años de edad, los mataron a él y a su compañera Carmen López Sánchez en Rincón de Ademuz (Teruel) en un control de la Guardia Civil el 26 de mayo de 1979 a las 2 de la tarde.
En 1987, su madre, su hermana y un amigo fueron detenidos y encarcelados en Cuenca tras visitar su tumba.
Su hermano Joaquín ha estado 20 años preso.
Juan Carlos Delgado de Codes, 20 abril 1979
Asesinado en Madrid el 20 de abril de 1979. Conocido entre sus camaradas como Herrera, Juan Carlos nació en Segovia, el 5 de febrero de 1949. Con 18 años marchó a estudiar Náutica a Cádiz, estudios que cambió por los de Magisterio que abandonó definitivamente, entrando a trabajar como conserje en el Colegio de Médicos de Cádiz. Durante su estancia en la Escuela de Náutica intervino en las huelgas estudiantiles de entonces, interesándose por la lectura de los marxistas y del movimiento obrero. Por entonces conoció a José María Sánchez Casas y su grupo de teatro “Quimera, Teatro Popular” que aglutinó en la bahía a la izquierda más radical de la época, siendo el embrión de la OMLE más tarde. Entrando a militar en la misma en 1969. Durante años les unió además de la militancia una estrecha amistad.
Era entonces un joven decidido y desde el primer momento dio muestras de una capacidad de análisis poco común.
Durante tres años se dedicó a impulsar la OMLE en Andalucía, consiguiendo extenderse a Sevilla y Córdoba y, dentro de la provincia de Cádiz, a otros pueblos como Puerto de Santa María, Puerto Real y Jerez. Siendo el máximo responsable de la organización en Andalucía y consiguiendo incorporar a la misma a numerosos cuadros comunistas que posteriormente fueron dirigentes del PCE(r).
En junio de 1973 fue enviado como delegado a la I Conferencia Nacional de la OMLE. De dicha Conferencia salió elegido miembro del Comité de Dirección, junto a Manuel Pérez, Abelardo Collazo y Enrique Cerdán. Para entonces ya tenía orden de busca y captura por “desertor” del servicio militar, situación ésta que asumió sin dudar y que motivó su paso a la clandestinidad desde muy joven.
Fue elegido máximo responsable de la organización de Andalucía, y durante dos años incorporó a la misma a numerosos cuadros comunistas que posteriormente fueron dirigentes del PCE(r).
En junio de 1975 partició en el Congreso fundacional del PCE(r), resultando elegido miembro del Comité Central.
El 26 de septiembre de 1976 fue detenido en Galicia, siendo salvajemente torturado, a resultas de lo cual le rompieron dos costillas y permaneciendo en la cárcel de La Coruña hasta diciembre de ese año cuando fue trasladado a Madrid, a la cárcel de Carabanchel, días después del secuestro por parte de los GRAPO del presidente del Consejo de Estado Oriol y Urquijo y, supuestamente, para intentar negociar la liberación de éste, sin éxito. Allí permaneció hasta octubre de 1977, en que salió en libertad por aplicación de la Ley de Amnistía.
Al salir de la cárcel, dado que el Comité Central del PCE(r) en pleno había sido detenido y encarcelado, en unas condiciones de clandestinidad verdaderamente difíciles, fue elegido Secretario General en funciones del Partido.
Era el máximo responsable de la organización cuando fue asesinado en Madrid, en la plaza de Lavapiés cuando iba a tomar un taxi, siendo alcanzado por un disparo por la espalda que, entrando a nivel de la octava costilla, le desgarró la aorta y quedó alojado en la base del cuello. Fue una operación policial premeditada ya que declaraciones de testigos indicaron la presencia de una ambulancia en la misma calle que, posteriormente le trasladaría ya cadáver al hospital Francisco Franco, hoy Gregorio Marañón. Desde luego fue una emboscada y nunca se encontró el arma que supuestamente había empuñado.
La familia presentó denuncia y se abrieron diligencias previas ante el Juzgado de Instrucción nº 8 y tras más de tres años de trámites, los magistrados Bienvenido Guevara, Alberto Amunategui y Virgilio Martin, de la Sección Tercera de la Audiencia Provincial resolvieron el sobreseimiento del caso.
Los policías que le asesinaron fueron identificados como Juan Carlos Salgado Sánchez, José María García González y Juan Luis Abuin Sayo.
En el momento de su asesinato, su hijo Juan, nacido en la clandestinidad, tenía cuatro meses de edad. Fue enterrado en el cementerio de Segovia en medio de fuertes medidas de seguridad. Uno de los solidarios asistentes declaró a la prensa ¡Qué pena, le han matado cuando estaba madurando y podía haber sido uno de los mejores dirigentes políticos obreros! Por eso precisamente le asesinaron.
Gregorio Fernández Riaño, 9 marzo 1979
Conocido entre sus camaradas como Aitor, Goio nació en León el 6 de diciembre de 1958 en una familia de procedencia comunista. Eran 11 hermanos.
En 1939 su abuelo logró huir a Francia vestido de mujer para eludir los paseos y fusilamientos con los que las hordas de Franco pacificaban España. Huía de una tierra donde tan sólo crecía la hierba de los cementerios. Cuando Goio contaba tan sólo 8 años emigraron a Portugalete (Bizkaia). Estudió en las escuelas de Zubeldia y luego la carrera de Ingeniero Técnico Industrial en Barakaldo.
Pero él no era un buen chico, un chico callado, sumiso, un chico dispuesto a comulgar con la reaccionaria y oscurantista educación del fascismo. Goio protesta, reivindica, moviliza a sus compañeros y por rojo, la Dirección del Centro le impide matricularse en el segundo curso.
Empezó a trabajar en los Astilleros de La Naval, de Sestao. Se especializó en soldadura y pasó a trabajar en la empresa Herrerías.
Su espíritu rebelde e inquieto choca con la disciplina cuartelera impuesta por el Sindicato Vertical falangista, con los sueldos de hambre, con las degradantes condiciones de trabajo, con la estela interminable de los accidentes de trabajo que tantas y tantas vidas obreras siegan. Así se fue haciendo, Goio, soldador de oficio y zurdo de ideas.
En continuo contacto con la vanguardia obrera, entró a militar en el PCE(r) en 1975. Enfrentando la política claudicadora y rastrera de CC.OO y UGT que propugnaba trabajar en el interior del Sindicato Vertical, fomenta e impulsa los Círculos Obreros, los métodos de organización independientes, asamblearios, los métodos de lucha radicales, que los obreros tomen en sus manos la riendas de su emancipación. La libertad no se mendiga, se conquista luchando, era una de las frases preferidas de Goio para arrojársela a los revisionistas a la cara. Por eso, sus palabras eran el espejo donde fielmente se reflejaban las huellas de sus pasos. Sus palabras, sus huellas y sus actos se unían en la clara dialéctica de ser comunista de una sola pieza.
Goio se sumergió de lleno en una Euskadi batida por vientos de insurrección. Lucha de clases y lucha nacional caminaban, codo con codo, como dos afluentes de un sólo torrente revolucionario. Los sucesos de Vitoria, el 76, donde cinco obreros en huelga son asesinados por la policía, el oleaje que crecía y crecía exigiendo la Amnistía, los sucesos de los Sanfermines en Pamplona, en el 78, con un muerto y más de 150 heridos, la reciente actividad del Batallón Vasco Español contra militantes de ETA, contra Etxabe que resultó herido y muerta su mujer, contra Argala que, en el sur de Francia, vuela por los aires, hicieron que muchos se planteasen que la lucha armada resultaba imprescindible para combatir al Estado fascista español y para conquistar las verdaderas libertades democráticas y nacionales.
El PCE(r), y cómo no en Euskal Herria, lanza la consigna de impulsar la lucha armada y su práctica en diversas organizaciones. Así lo entiende Goio y pide su ingreso en los GRAPO. Pero el Partido le hace ver la necesidad de que se una, como comunista, a la lucha armada del pueblo de Euskadi. Y Goio se integra en 1978 en el comando Txabi Etxebarrieta, perteneciente a los Comandos Autónomos.
Goio sostenía que era necesario sobrevivir sin que se te apague el alma. Que no se puede sobrevivir sin luchar, sin resistir, sin pelear de frente y de espalda, sudando hielo, respirando fuego, venciendo el miedo con el amartillar de los sueños. Luchar y resistir para que no nos conviertan en ellos, en muertos vivientes que caminan y respiran con su corazón repartido entre los gusanos y el estiércol.
Realizó varias expropiaciones y siguió militando activamente en el PCE(r). En Muskiz, Bizkaia, un 9 de marzo de 1979, con 20 años tan sólo, ya responsable del comando, dirige un operativo militar destinado a recuperar armas del enemigo. Un policía municipal es el objetivo. Un objetivo que, sin embargo, se complicó endiabladamente. Un descuido, un pequeño fallo de previsión, le permitió al policía municipal revolverse. Se produjo un forcejeo, se escuchó el estampido de una bala y el cuerpo de Goio se desplomó inerte sobre el asfalto.
Goio, comunista, joven sonido en el que el torbellino de la lucha de clases conjugó el sonido revolución. Su vida fue un deslizarse por el canto leve de la luz que niega la oscuridad, de la mañana que a la noche no teme y cantando se fue a sembrar sueños en el palpitante amanecer.
Pero que nadie vaya a buscar a Goio al oscuro manto de la tierra porque él es el arco donde se tensan las notas que ponen música a los versos de Telesforo Monzón: Lepoan hartu ta segi aurrera (Coge al caído y sigue adelante).
José Vicente Artigues Fornés, 13 octubre 1976
José Vicente Artigues Fornés, nació en 1951 en Pedreguer (Alicante), en el seno de una familia de pequeños campesinos. Su padre, que murió en 1974, había luchado en las filas del Frente Popular durante la Guerra Nacional Revolucionaria, por lo que sufrió en sus carnes directamente la represión fascista.
José Vicente, desde muy joven, tuvo que ayudar en la tienda de la familia, mientras realizaba algunos estudios. En 1973 se casó, instalándose en Valencia y comenzando a trabajar en la construcción. En el verano de aquel mismo año, con 22 años, tuvo los primeros contactos con la OMLE.
Desde el primer momento demostró entusiasmo y una gran disposición y entrega, pasando a ser militante. Jose Vicente puso todo su empeño en impulsar la OMLE en Valencia, en formar un núcleo sólido de comunistas en Levante. Venciendo todas las dificultades, cumplió con su deber, enviando cada mes a la dirección del PCE(r) un detallado informe de la actividad del núcleo comunista, mandando las cuotas puntualmente y redactando crónicas de las luchas obreras de la región. También imprimían pegatinas con las consignas de la Organización y con una vietnamita confeccionaban octavillas, llegando en alguna ocasión a sacar un órgano local El Bolchevique, prueba de su tenacidad y espíritu de iniciativa, que difundían ellos mismos por las zonas fabriles valencianas.
Después del Congreso Reconstitutivo, pasó a la Sección Catalana del PCE(r), donde ocupó la responsabilidad de propaganda, dentro el Comité Nacional. En Barcelona siguió trabajando en la construcción y en una fábrica. Se consagró por entero a la causa comunista: dirigió los organismos de propaganda, puso todo su empeño en conseguir su máxima difusión, escribió frecuentemente en el suplemento de Gaceta Roja, que salía puntualmente cada quincena y enviaba crónicas a la dirección. Llevó, además, una labor de orientación con los nuevos camaradas que iban avanzando con el Partido y se esforzó en organizar a los obreros y simpatizantes.
Poco antes del 18 de julio de 1976, pasó a los GRAPO. Previamente había estado en su pueblo y había recomendado a sus amigos que si algún día le pasaba algo que contasen por todo el pueblo la verdad. Así lo hicieron al enterarse de su muerte, impidiendo que el alcalde y la Guardia Civil calumniasen su memoria diciendo que era un delincuente común.
Los que convivieron con el camarada Artigues recuerdan sus cualidades de gran comunista. No se trata, como suele ocurrir, de considerar más de lo que realmente son las personas queridas que ya están muertas; en su caso no es así: realmente fue un comunista ejemplar. En él destacaba, en primer lugar, su profunda convicción de que sólo con la lucha armada conseguiremos el derrocamiento del régimen fascista y, como consecuencia, su disposición para coger las armas desde el primer momento que se le reclamó para ello. Su entusiasmo fue enorme cuando el Comité Central del PCE(r), tras las sucesos de Vitoria en marzo de 1976, llamó a buscar armas y aprender su manejo; en sus conversaciones diarias con los camaradas no cesaba de repetir esta consigna. Por aquellas fechas el camarada escribió en Cataluña Roja nº 6: Los obreros […] muy pronto van a ir a las barricadas. Pero ya no bastan estos medios de defensa. La policía ha tirado la porra y ha tomado la metralleta, nosotros tenemos que hacer lo mismo. Es de extrema necesidad que empecemos hoy mismo a aprender el manejo de las armas, a preparar la insurrección. Hay que enfrentarse con las armas, de lo contrario tenemos las de perder […] Y ante esta situación, como comunistas, es nuestro deber orientar, dirigir y encabezar, en la medida de nuestras fuerzas, la lucha.
Era un combatiente lleno de coraje y decisión. Participó en la colocación de bombas en Barcelona el 18 y el 31 de julio de 1976, y también en muchos otros operativos armados de menor importancia.
El 13 de octubre de 1976 cayó asesinado por un perro guardián en el asalto a un banco en Valencia. Había sido herido allí mismo y fue rematado inmediatamente por el mercenario cuando estaba en el suelo. Durante su entierro, Gayá, el alcalde de Pedreger y la Guardia Civil, trataron de ensuciar su memoria calificándole de delincuente común pero sus amigos difundieron lo que él les había advertido con anterioridad por si le ocurría un percance: que era militante del PCE(r) y de los GRAPO.
También era un cuadro del PCE(r), profundamente convencido del triunfo seguro de la causa y dedicado en cuerpo y alma al proletariado. Era un profesional revolucionario entregado a la revolución, dispuesto a trabajar allí donde fuera necesario. Desde el primer momento que entró en la Organización estuvo siempre dispuesto para hacer todo lo que estuviera a su alcance e ir allí donde fuera más útil al Partido y la clase obrera.
Unía a todo esto su vehemencia, su coraje para acometer los planes propuestos y resolver las dificultades que iban surgiendo en el trabajo. Poseía un gran entusiasmo revolucionario, que contagiaba a toda aquellos con los que se relacionaba; esto hacía de él un hombre de permanente buen humor y de un trato afable.
Lo mataron en plena juventud, cuando sólo tenía 25 años.
José López Ragel, 31 julio 1976
Gaditano y vecino de Jerez, José apenas tuvo ocasión de aprender a leer y escribir, lo que no le impidió adquirir una amplia cultura por sus sus propios medios. Trabajaba por temporadas como jornalero en la vendimia, lo que alternaba con el de peón en una modesta bodega jerezana.
Había militado en organizaciones comunistas de izquierda en los años setenta y estuvo unos meses en la cárcel por su lucha política.
Perseguido por la policía española, en 1974 se exilió en Portugal donde luchó en la Revolución de los Claveles para acabar con el régimen salazarista.
En el verano de 1975 ingresó en el PCE(r) procedente de la OMLE, que había conocido un mes antes tras entrevistarse con Isabel Llaquet.
Con él ingresaron en la organización un amplio círculo de obreros de las bodegas jerezanas y jornaleros del campo de Jerez y San Fernando.
A los pocos meses solicitó su entrada en los GRAPO, pues sus compañeros destacaban su gran seriedad y profesionalidad revolucionaria. Intervino en el comando que expropió un importante alijo de 40 rifles en una armería sevillana, así como en varios bancos.
Cuando contaba con 29 años de edad, murió en el transcurso de una acción armada el 31 de julio de 1976 en Sevilla, cuando le explotó encima la bomba que iba a colocar junto con el también fallecido camarada Fausto Peña Moreno en la sede de los juzgados.
Fausto Peña Moreno, 31 julio 1976
Vecino de Sevilla, Fausto era un obrero metalúrgico que había trabajado como soldador en la emigración en Alemania. Tras ser un abnegado militante revolucionario en varias organizaciones comunistas de izquierda, se hartó de los charlatanes. A través de su inseparable compañero y amigo José López Ragel conoció a el PCE(r) y empezó a militar en sus filas en el verano de 1975.
Entonces trabajaba como obrero soldador de la empresa ISA. Pero por su experiencia anterior, estaba convencido de que al fascismo sólo se le puede hacer frente con las armas en la mano, así que pidió su ingreso en los GRAPO. Siempre en compañía de José López Ragel, intervino en el comando que expropió un importante alijo de 40 rifles en una armería sevillana, así como en varios bancos.
Más adelante participó en la oleada de más de 30 bombas colocadas el 18 de julio de 1976 para reivindicar la amnistía para los presos políticos y la continuación del régimen fascista.
Murió en un operativo militar de los GRAPO el 31 de julio de 1976 en Sevilla en la segunda oleada de bombas por la amnistía, cuando le explotó encima el artefacto que iba a colocar junto con el también fallecido José López Ragel en la sede del Palacio de Injusticia de Sevilla.
En el momento de fallecer tenía 31 años y dos hijos. Fue enterrado en el cementerio de San Fernando de Sevilla.
La prensa le dedicó un cómplice y represivo silencio.