
Memoria histórica imprescindible:
-Antonio Vallejo Nájera, el psiquiatra del franquismo que experimentó con presas republicanas para evitar la expansión del «gen rojo».
Fue la principal eminencia en este campo durante el régimen. Tras una estancia en Alemania, quiso aplicar nuevos métodos pseudo científicos para encontrar el origen genético del pensamiento marxista y socialista, a los que consideraba patologías mentales.
En el pabellón número diez del campo de concentración de Auschwitz, un monstruo llevaba a cabo toda una serie de despiadados experimentos con seres humanos, a cual más espantoso. Apodado el «Ángel de la Muerte» por los presos, Joseph Mengele decidía quién debía ir directamente a la cámara de gas y quién podía vivir unos días más realizando trabajos forzados. Uno de los objetivos de Mengele era potenciar el nacimiento de niños arios con los que reforzar el futuro «Reich de los mil años», así que les inyectaba diversas soluciones para modificar la pigmentación del iris con el fin de lograr más niños con ojos azules, lo que les provocaba graves infecciones e incluso la ceguera. También inseminaba artificialmente a las prisioneras que presentaban antecedentes familiares de gemelos. Tras el parto, si sólo nacía un bebé, era depositado vivo en el horno de desechos biológicos y la madre era llevada de inmediato a la cámara de gas.
En España también tuvimos a una figura parecida a Mengele, un miembro de la Real Academia Nacional de Medicina y máxima autoridad española en Psiquiatría, que perseguía un sueño: encontrar el ‘gen rojo’ que conducía a la perversión moral, sexual e ideológica para recuperar la antigua raza pura y superior de los hidalgos españoles. Este sádico era Antonio Vallejo-Nájera Lobón.

Médico militar
Antonio nació en Paredes de Nava, en Palencia, en 1889 y estudió Medicina en la Universidad de Valladolid, donde se licenció en 1909. Tras acabar sus estudios decidió combinar su vocación médica con la carrera militar, por lo que ingresó en el Cuerpo de Sanidad Militar del ejército, donde desempeñó sus funciones con notable mérito en epidemias y acciones de guerra en Marruecos, lo que le valió para obtener diversas condecoraciones.
En 1917 fue nombrado agregado de la embajada de España en Berlín, como integrante de una comisión médico-militar internacional cuya misión era inspeccionar los campos alemanes de prisioneros de guerra.
Una autoridad en su campo
Además de cumplir con su objetivo, por lo que recibió nuevas condecoraciones, Antonio tuvo la oportunidad de conocer algunas clínicas psiquiátricas alemanas que dejaron una profunda influencia en él, lo que acabó definiendo su especialización en Psiquiatría. Pero además de dedicar su tiempo libre a visitar clínicas, también se interesó por la teorías psiquiátricas y eugenésicas que divulgaban la necesidad de limpiar y dar esplendor a la raza humana eliminando a los más débiles.
Tras regresar a España continuó con sus estudios de Psiquiatría, en 1930 fue nombrado director de la clínica psiquiátrica de Ciempozuelos (Madrid) y continuó con su carrera militar. En el ejército fue nombrado profesor de la Academia de Sanidad Militar y conoció a Francisco Franco, con quien mantendría una estrecha relación hasta el fin de sus días.

En busca del ‘gen rojo’
Durante la Guerra Civil Española, el coronel Vallejo-Nájera fue elegido para dirigir los Servicios Psiquiátricos del Ejército franquista y escribió extensamente sobre la degeneración de la raza española por culpa de los «rojos». En muestra de agradecimiento y admiración, dedicó a Franco su primer libro, en el que esbozaba sus primeras ideas sobre el marxismo y la deficiencia mental y aprovechó para solicitarle la creación del Gabinete de Investigaciones Psicológicas, con el que pretendía validar la absurda idea de que el comunismo, el socialismo o cualquier otra ideología de izquierdas tenían un origen patológico.
Para él, el futuro de España no se definiría tan sólo por la victoria por las armas, sino también con el resurgimiento de una raza pura superior, la antigua raza de los hidalgos españoles, que se había ido contaminando debido al supuesto ‘gen rojo’… Además, contaminadas por este mismo gen, las mujeres también debían volver al lugar del que nunca debían haber salido: el hogar.
Para tratar de demostrar su descabellada y disparatada hipótesis, Antonio creó un equipo de criminólogos y asesores alemanes y sometió a prisioneros de guerra republicanos del campo de concentración del Monasterio de San Pedro de Cardeña, en Burgos, a macabras y sádicas pruebas que los llevaban al borde del colapso.

Robando niños
Pero el Mengele español no solo buscó el ‘gen rojo’ entre soldados, sino también entre las mujeres republicanas que poblaban la cárcel de Málaga. Según él, estas mujeres suponían un vector de propagación del ‘gen rojo’, por lo que había que apartarlas de sus hijos para que fueran criados lejos de las ideas y prácticas degradantes de sus madres, en la que supuso la coartada perfecta para el robo de niños.
Esta práctica llegó a tener un estatus legal en 1941, cuando se promulgó una ley que permitía cambiar el apellido de niños que habían sido alejados de sus padres. Se estima que con este método se robó la identidad de más de 30.000 niños durante la guerra civil y los primeros años de la dictadura, aunque esta práctica continuó hasta tiempos demasiado cercanos.
Su purificación de la raza también incluía la creación de una nueva Inquisición en contra de las personas que portaban el ‘gen rojo’ y que eran antipatrióticas, anticatólicas y antimilitares y que corrompían la raza española.
Sus investigaciones concluyeron que los «rojos», esa «multitud de seres incultos, torpes, sugestionables, carentes de espontaneidad e iniciativa» eran inferiores mentalmente y que mostraban un carácter degenerativo marcado por su tendencia al alcoholismo, el libertinaje y la promiscuidad y que solo la educación podría hacer desaparecer del mapa el gen que los corrompía.
Una figura del franquismo
Sus trabajos para el franquismo le valieron para ser gratificado con multitud de premios, condecoraciones y puestos, entre ellos el de profesor de Psiquiatría de la Universidad de Madrid, en 1947, lo que le convirtió en el primer catedrático numerario de esta especialidad en la universidad española, o el de miembro de la Real Academia de Medicina, en 1951. Además, durante los primeros años del franquismo, fue considerado la máxima autoridad nacional en su campo.
Por ello, cuando Antonio Vallejo-Nájera Lobón falleció el 25 de febrero de 1960 en Madrid, a los 71 años, lo hizo rodeado de honores. Nunca encontró el ‘gen rojo’ y hoy sus estudios están tan muertos y olvidados como él. Tan solo su historia es recordada, la del Mengele español.